Madrid, SP, 7 de julio de 2014.- Tengo desde hace años la costumbre de desayunar mientras leo el Boletín Oficial del Estado. Sí, ya sé que suena raro que alguien como yo, un auténtico zote para el Derecho y de carácter más bien rebelde, empiece la jornada alimentándose de enrevesada jerga legislativa en vez de deleitarse con las páginas del MARCA para ver si a Messi por fin se lo han frungido por evasor de impuestos, o aburriéndose con repetidos relatos de corrupción política con los que a diario nos obsequian el ABC, EL PAÍS o EL MUNDO. Pero es lo que hay. Todos tenemos un oscuro secreto y este es el mío. !Qué se le va a hacer!
Debo reconocer, no obstante, que por lo general atiendo poco a la palabrería y que me concentro en la idea general. Así tengo algo original y de "última hora" de qué hablar cuando llego a la oficina como conversación de buenos días, o mientras comparto un café de máquina con cualquiera que pase por allí emulando a aquel "Cámara café" de la tele.
En fin, que a pesar de que esa suele ser mi directiva el pasado sábado algo llamó mi atención más de lo normal. Cuando ya llevaba "leídas" treinta y nueve páginas y engullidas tres tostadas de pan Bimbo embadurnadas de aceite de oliva y azúcar moreno, me topé al finalizar la número cuarenta con que la empresa AENA -la parte que se dedica a la navegación aérea, aclaro- cambiaba de denominación para pasar a llamarse "ENAIRE".
!Vaya! -pensé mientras daba un largo sorbo a un estupendo zumo de zanahoria (buenísimo para el cutis, por cierto). !Menudo nombrecito! Seguro que han pagado una pasta gansa a una consultora de pitiminí para dar con él. Podrían haberme preguntado a mí, que tengo mucho ingenio para esas cosas.
El caso es que en ese pensamiento profundo me encontraba cuando decidí averiguar si aquello se quedaría en mero cambio cosmético a lo Margaret Astor o Helena Rubinstein, o si en realidad se trataría de cutre Botox o de un revitalizante reticular a base de ácido hialurónico. De modo, que seguí leyendo. Pasadas unas páginas encontré la respuesta. No se trataba ni de una cosa ni de la otra. Nada de chapa y pintura. Nada de lifting facial. Nada de Botox. Allí se recogía una transformación de las buenas como las que hace Monereo.
No me voy a extender más en ello porque no quiero aburrirles con mis diatribas de lunes por la mañana. Tan sólo les quiero dejar unas reflexiones antes de comenzar mis quehaceres ministeriales.
1.- La división de AENA con vistas a la privatización de los aeropuertos -que tuvo que ser suspendida deprisa y corriendo por el anterior gobierno y que ahora retoma el actual-, se publicó el 3 de diciembre de 2010 en el mismo BOE donde se recogía la última vuelta de tuerca a los controladores aéreos que les obligaba, entre otras cosas, a devolver a la empresa el tiempo que estuviesen de baja por enfermedad; baja por maternidad inclusive. Así, como lo oyen.
2.- En ese mismo BOE de diciembre de 2010 se daba una nueva redacción a un artículo de la Ley de Seguridad Aérea por el que se conminaba a los controladores a, cito textualmente: "Abstenerse de ejercer sus funciones en caso de disminución de la capacidad psicofísica o psíquica requeridas y a someterse de manera inmediata a reconocimiento por parte de los servicios médicos de la entidad, quienes verificarán la concurrencia de la misma y determinarán si ello da lugar al apartamiento de su puesto de trabajo". Por cierto, en el artículo siguiente del mismo BOE se les militarizaba.
3.- Resulta curioso, que durante los hechos acaecidos aquel extraño día, justo al iniciarse un largo puente -dicho sea de paso me pilló en Barajas camino de Las Palmas-, ningún controlador fue reconocido por los servicios médicos de AENA a pesar de haberlo solicitado por escrito, tal y como mandaba la Ley. Una solicitud que resulta ser precisamente la base jurídica para mantener imputados por supuesta sedición, cuatro años después, a 120 de ellos. Muy desafortunada debe haber sido la elección del equipo de letrados que tienen si con ese endeble argumento aún permanecen imputados permitiendo que este paripé dure un minuto más, en vez de haber empezado ya a querellarse contra los verdaderos culpables de aquello -políticos y no políticos- por conspiración y obstrucción a la justicia. No sé a ustedes, pero a mí me resulta desolador ver lo que puede hacer el Estado con un arma de destrucción masiva como el BOE.
3.- Es más que seguro que el cambio de nombre conlleve también cambios en la nueva "ENAIRE", empezando por la cúpula. Entregarle el mando del nuevo consejo de administración de la entidad al Secretario de Estado de Infraestructuras puede llevar a mi jefa a un ascenso, cuando lo que en realidad queremos todos en el ministerio es que se vaya como hizo aquel "señor González".
4.- El nombre elegido no ha podido ser más desafortunado; llamar "ENAIRE" a la parte que gestiona la Navegación Aérea no tardará en terminar apodando "ENTIERRA" a la parte que gestiona los aeropuertos. Ahora falta saber quién será "el sepulturero". Seguro que el nombrecito dará para más de una juerga. Por ejemplo, cuando se les solicite una media filiación a sus empleados:
-A ver, ¿nombre de su empresa?
-ENAIRE
-¿Cómo? ¿En el aire?
-No, trabajo en ENAIRE.
-¿ENENAIRE? !Parece usted de Lepe!
-No, no, el nombre de la empresa es ENAIRE
-Sí, ya, y la mía es ENGAS y ENLUZ. !Menos cachondeito o vuelve usted otro día!
-!Que mi empresa se llama EN-AI-RE, la de los aviones!
-Claro, claro, los aviones vuelan EN-EL-AI-RE, y yo trabajo EN-TIE-RRA. !A ver, el siguiente!
Bueno, les dejo ya que voy a ver si me tomo el cafelito mañanero antes de que llegue la jefa al despacho. Me han dicho que hoy ha venido con una imitación barata de un "Felipe Varela" que guarda en el fondo del armario para las grandes ocasiones. Quizás quiera comunicar que nos deja y que se va a tomar viento a "ENAIRE". A ver si con un poco de suerte acierto y allí alguien la ENTIERRA…
Que ustedes pasen un buen lunes.
