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abril, jueves 18, 2024

El experimento Milgram

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MilgramEl tema de la responsabilidad me preocupa, me estresa, me inquieta y me agobia bastante de un tiempo a esta parte. Sobre todo porque no se me permite ejercer la que me corresponde y debo a aquellos que en definitiva son mis clientes: pilotos y pasajeros. Básicamente porque todos nuestros gestores, tanto de recursos humanos como operativos, hacen burradas tremendas y ninguno se siente responsable de lo que está haciendo, aun cuando son ellos los que firman los papeles. Se escudan en que todo son órdenes de arriba.

Y creen que de este modo quedan exonerados de cualquier responsabilidad personal, lo que considero que no es así de ninguna manera. De hecho ya se está poniendo de manifiesto que ellos mismos empiezan a tener dudas, como sucede con el caso de los servicios exprés, los turneros o algunas decisiones operativas. Como supongo que muchos de ellos tienen meridianamente claro que los exprés son ilegales, ahora están intentando que los nombren los supervisores y los jefes de sala. Por si las flies.

El otro día se produjo otro caso muy interesante. Algunos compañeros fueron a la inspección de trabajo con los turneros de junio y julio, que son aberrantes, puesto que mucha gente no libra seis días al mes (aunque sea después de una noche), hay programaciones de 200 horas e incluso algunas con un 57% de noches. Por supuesto la ciclicidad no existe. Dos días antes el departamento de recursos humanos empezó a llamar por teléfono a la gente para quitarles servicios, a lo que la gente se negó. O sea, hasta se saltan sin ningún pudor su propia ley, ya que una vez que han publicado los turnos con diez míseros días de antelación, no pueden cambiarlos sin consentimiento del afectado. Pues rehicieron turneros que pudiesen enseñarlos en la inspección, lo que me parece bochornoso.

Además de prueba evidente de que esta gente sabe perfectamente que está haciendo cosas ilegales aunque se escuden en que todo son órdenes de arriba. Hace unos días un jefe de sala se negó a juntar el sector ruta de Ibiza con el de aproximación porque iba en contra del RCA. La respuesta literal del jefe de operaciones fue que él no estaba allí para interpretar nada, sino para obedecer sus órdenes…orales, por si acaso. Cada vez aparecen menos cosas escritas…¿por qué será? Todo esto me recuerda a un experimento llevado a cabo en los años sesenta, sobre el estudio del comportamiento de la obediencia, que os cuento al final de la carta(**) por si alguien no quiere leerlo. Ahora os cuento el asunto de mi responsabilidad.

Según el informe elaborado por un prestigioso bufete de abogados:

1. Los controladores Aéreos en su ejecutoria profesional pueden responder por las acciones u omisiones que vulneren la normativa vigente que les resulta de aplicación desde una perspectiva de exigencia de responsabilidad penal, civil y administrativa. (No me consuela nada actuar según los preceptos de una ley claramente inconstitucional por mucha ley que sea, lástima que no se legisle sobre el sentido común para convertirlo en requisito de obligado cumolimiento a la hora de elaborar leyes).

2. Con independencia de las relaciones socio laborales que se suscriben y se rubrican bajo contrato laboral (aquí anoto yo que mi contrato no contemplaba nada de lo que está pasando ahora mismo, que me han militarizado por la cara y yo firmé como controladora civil), es cierto que deben obedecer y acatar las órdenes que reciben del empleador, pero no deben olvidar que su profesión se encuentra regulada por el derecho administrativo, donde se individualiza su responsabilidad personal en el el ejercicio de su responsabilidad profesional, debiendo por lo tanto observar en todo momento la normativa de carácter aeronáutico que le resulta de obligado cumplimiento. (Aquí añado yo que me están obligando a trabajar en condiciones que incumplen esta normativa).

3. Partiendo del tenor literal anterior, BIEN PUEDE CONCLUIRSE QUE UN CONTROLADOR AEREO NO PUEDE ESCUDARSE EN EL CUMPLIMIENTO DE UNA ORDEN DADA POR UN SUPERIOR JERARQUICO O SU EMPLEADOR CUANDO ESTA SEA MANIFIESTAMENTE CONTRARIA A DERECHO O EN SU CASO SE VULNERE LA NORMATIVA AERONAUTICA NACIONAL, EUROPEA O INTERNACIONAL, toda vez que podrá exigírsele una responsabilidad penal como consecuencia de sus acciones u omisiones.

Y ahora viene la conclusión obvia: Tengo que trabajar en condiciones ilegales que se me imponen "desde arriba", pero si trabajo en condiciones ilegales se me cae el pelo a mí. ¿Qué chollo no? ¿Alguien de arriba me puede decir SI A ALGUIEN DE POR ALLI LE IMPORTA LA SEGURIDAD? Porque a los de abajo les importa un rábano triguero…Y a mí no, y no sólo por mi posible responsabilidad penal, sino porque me preocupan los pilotos y los pasajeros, y aquí y ahora están produciédose disparates de todos los colores.

**El experimento de Milgram fue descrito en un artículo publicado en 1963 bajo el título "Estudio del comportamiento de la obediencia". El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal. En el experimento hay un investigador, un maestro (sujeto sobre el que se experimenta) y un alumno (conchavado con el experimentador para fingir una determinada reacción). El experimentador le dice al maestro que debe realizar una serie de preguntas al alumno, y cada vez que falle ha de aplicarle un castigo. Separado por un módulo de vidrio del maestro, el alumno se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para impedir un movimiento excesivo. Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema para evitar quemaduras y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante. Se comienza dando tanto al maestro como al alumno una descarga real de 45 voltios con el fin de que el maestro compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su alumno. Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el maestro, le proporciona al maestro una lista con las preguntas que ha de formularle al alumno. Si la respuesta es errónea, el alumno recibirá del maestro una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la pregunta siguiente. El maestro cree que está dando descargas reales al alumno cuando en realidad todo es una simulación. Por lo general, cuando los maestros alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus alumnos y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los maestros se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. CIERTO NUMERO CONTINUABA ASEGURANDO QUE ELLOS NO SE HACIAN RESPOSABLES DE LAS POSIBLES CONSECUENCIAS. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su alumno. Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado: Continúe, por favor. El experimento requiere que usted continúe. Es absolutamente esencial que usted continúe. Usted no tiene opción alguna. Debe continuar. Si después de esta última frase el maestro se negaba a continuar, se paraba el experimento. En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios. Que cada uno saque la conclusión que le parezca más oportuna. Yo tengo clara la mía: sobran las palabras…

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