05/07/2011.-Lejos quedaron los días en los que las grandes aerolíneas lucían espléndidas aquellos flamantes aviones haciendo gala de elegancia, seguridad y, por supuesto, beneficios. Los medios de comunicación recogían a diario noticias de nuevas rutas, nuevos aeropuertos y con ello nuevas oportunidades para los trabajadores de la aviación de consolidar su futuro.
Pero en los últimos años, desde que a Europa se le cayó la venda y asistimos al desplome de la economía, la industria aeronáutica ha sido testigo de cómo la palabra "progreso" ha sido sustituida progresivamente por "despido", "E.R.E." e incluso "quiebra".
El cierre de algunas aerolíneas como Air Comet y Futura, los expedientes de regulación de empleo a los que se han enfrentado otras compañías de bandera y la reciente situación de Spanair deja a los profesionales aeronáuticos un cielo incierto en el que volar vuelve a ser un privilegio para ellos.
Como solución ante esta nueva realidad muchos han pasado a formar parte de compañías low-cost en las que no sólo han visto rebajados los precios de los billetes de los pasajeros sino también sus condiciones laborales. En Ryanair, donde se recolocaron 226 pilotos de Futura, la tripulación y el personal de tierra es autónomo y han de costearse los hoteles con un suelo inferior al que contaban en el pasado.
Pese a todo los pilotos que han podido permanecer en Europa respiran tranquilos ante la seguridad que ofrece un espacio aéreo más o menos regulado. Muchos otros, tras meses en el paro y con la mente puesta en el pago de la renovación de sus licencias que en situación de desempleo han de costearse personalmente, se han visto obligados a viajar a países extranjeros en busca de una nueva oportunidad. La mayoría han acabado en aerolíneas del Sudeste Asiático, China y Oriente Medio en las que abundan las irregularidades y una precariedad que convierte a algunas empresas en compañías piratas.
El auge del turismo en Turquía en estos últimos años ha convertido a este lugar como uno de los destinos seguros para los pilotos. Pero nada más lejos de la realidad: en ocasiones los operadores son empresas subcontratadas por otras de destinos conflictivos lo que genera una situación de peligro permanente para las vidas de los pilotos. Fue esta precariedad laboral la que acabó con la vida de Antoni Planas en Kabul.
Hace pocos días, concretamente el pasado jueves, se publicaba la noticia de la muerte del piloto mallorquín a causa de un ataque terrorista cometido contra el Hotel Intercontinental en el que pasaba sus últimas horas antes de volver a Palma. En España le esperaba una fiesta para celebrar que había logrado sobrevivir un año en Afganistán y que tenía un nuevo futuro en una empresa de Dubai, con un nuevo trabajo que le permitiría volver a vivir junto a su esposa y su hija de 9 años.
Y es que la crisis no sólo acaba con puestos de trabajo sino que está obligando a muchos profesionales de la aviación a dejar sus países y a sus familias en busca de puestos donde ni siquiera se cumplen los principios mínimos de seguridad y esto, en algunos casos, también acaba con sus vidas. O eso o colgar las alas.