Guadalajara, SP, 1 de septiembre de 2014.- Si existen pilotos abnegados en el mundo, son los de los aviones que realizan la operación de carga aérea en lugares como el Continente Negro. Horarios nocturnos la mayor parte de las veces, y en lugares no tan distantes de Europa, como Africa, sus pilotos gota a gota van llenando de sangre el continente. La diferencia fundamental, es que pocas veces se repara en el hecho de que los fallecidos pueden parecer pocos pues se circunscriben normalmente a la tripulación, a pesar de que las aeronaves empleadas quizás sean examinadas con menos exigencia por las autoridades en muchas ocasiones corruptas, y la verdad técnica de lo sucedido, buena parte de las veces no se llega nunca a conocer. Entre el 23 de agosto y hoy mismo 14 personas han fallecido en tres accidentes en Congo, Argelia y Tanzania. El presente artículo está dedicado a esa profesión, la de piloto de carga aérea, mirada de refilón muchas veces entre las propias tripulaciones de la aviación comercial de pasajeros, como una subclase de profesionales. Nada más lejos historicamente de la realidad. Los pilotos de carga aérea fueron los pioneros de la aviación con el correo postal y realizan una impagable labor económica y social, sobre todo en esas regiones del mundo donde sin su labor de noche o de día, bajo el monzón o las tormentas, les convierte en auténticos aviadores hoy, aunque la falta de relucientes uniformes la mayor parte de las veces esconda una experiencia a los mandos en todo tipo de situaciones digna de estudio y reconocimiento social.
El 23 de agosto pasado un turbohélice LET L-410UVP se estrellaba en las proximidades de Mulume Munene en la República Democrática del Congo. Sus dos pasajeros y 2 pilotos fallecían en el accidente. El pasado sábado 30 de agosto, a 15 kms. del aeropuerto argelino de Tamanrasset (TMR), un avión operado por Ukraine Air Alliance, en esta ocasión un Antonov 12BK, procedente de Glasgow en Gran Bretaña, que se dirigía a llevan equipamiento para la extracción de petróleo a Guinea, se estrellaba a los tres minutos de despegar del aeropuerto de Tamanrasset, falleciendo los 7 miembros de la tripulación que lo ocupaban. Finalmente, hoy mismo, 1 de septiembre, un Fokker F-27 Friendship 500, con tres tripulantes a bordo, resultaba destruido al precipitarse en el Parque Nacional de Serengeti en Tanzania, apenas unos minutos después del despegue.