Enrique G., SP.- Allá por diciembre de 1933, la Revista de Aeronáutica, nada «sospechosa», de nada, celebraba a bombo y platillo el nuevo autogiro La Cierva de mando directo y su aplicación militar. La Cierva no parecía un enemigo sospechoso de nada para el Gobierno de la República española entonces. Pese a ser conocida su ideología, el Gobierno de España entonces sobreponía el logro aeronáutico, a cualquier tipo de sesgo político, conociéndose como se conocía perfectamente la labor ejercida por el padre del inventor con gobiernos monárquicos.
«El efecto revolucionario que esta modificación ha introducido en el vuelo, consiste en que al hacerse independiente el mando de la velocidad relativa del viento se conserva aquél en todas las velocidades y permite dominar la zona-hasta ahora prohibida-comprendida entre los cuarenta kilómetros y cero». Otra gran ventaja que se ha conseguido, es disminuir en enormes proporciones la distancia recorrida en el rodaje de despegue; y esto como consecuencia de que al poderse actuar en tierra sobre la incidencia del rotor, se coloca éste, al rodar en el ángulo de mínima resistencia, y, tan pronto como se ha adquirido la velocidad mínima indispensable para el vuelo, se le da al rotor la inclinación de máxima sustentación, lográndose de estar forma despegues con sólo 10 o 12 metros de carrera en el suelo.
Tambien se mejoraba el aterrizaje, ya que con este nuevo modelo se puede hacer con una verticalidad casi perfecta y una velocidad de descenso insignificante, sin los peligros causados por la pérdida del mando en los últimos momentos.
Tambien en los virajes tenía sus ventajas evidentes. Finalmente, el revolucionario mando directo de La Cierva facilitaba de manera extraordinaria el pilotaje, al no necesitarse, como sucedía hasta el momento, armonizar los pies y manos. Esto último había sido causa de numerosos accidentes. Tambien salvaba las dificultades del vuelo a ciegas, pues «a cada posición de la palanca corresponde una sola posición del autogiro, y no es preciso, por tanto recurrir a instrumentos especiales para saber en todo momento si el aparato vuela horizontalmente o en viraje, ya que basta para ello observar la posición en la que se encuentra la palanca».
La República mediante esta publicación reconocía la «verdadera revolución aeronáutica» que constituía el mando directo. Así lo reconocía el propio Lindbergh que señalaba que «ha hecho avanzar la Aviación medio siglo»…
Mientras en 1932 La Cierva asistía a la Fiesta de la Aviación en Barajas, como invitado excepcional de la República, o daba una conferencia en la Escuela Superior de Aerotécnica ante Herrera, su director, y posterior VI presidente del Gobierno de la República en el exilio, o Torres Quevedo. Esa era la normalidad de la España durante la República. Las continuas invitaciones a La Cierva, eran un reconocimiento a su obra, y un orgullo tambien para la República que el propio Azaña, su presidente reconocía.
Esto hace aún más incomprensible el revisionismo actual sobre una figura que desde Lindbergh a Herrera no cuestionaban en absoluto desde el punto de vista de su profesión como ingeniero y genial inventor. De ahí que por ejemplo el actual heredero de la Escuela de Aerotécnica, el COIAE solicite a Abalos, la marcha atrás de la decisión de no denominar Juan de la Cierva al Aeropuerto de Murcia, en un intento de borrar el orgullo de la República por el genial inventor español.
Ena esa Fiesta de la Aviación de Barajas bajo la República, se conmemoraba la Aviación en España, independientemente de la ideología de todos aquellos que hacían que se enorgulleciera España de sus aportaciones mundiales a la aeronáutica…