Madrid, SP, 26 de abril de 2015.- Juan Sol Fernández, cruzaba esta mañana el Mediterráneo con el Sol persiguiendo su A319, IBE3239, FCO-MAD, dejando atrás junto con el Sol, la posibilidad de volver a ver la Luna como piloto al mando, tras 42 años de profesión, tan lleno de ilusión como cuando en 1964, con sólo 8 años miró aquella maravilla de la ingeniería aeronáutica para entonces como era el Junker del ALA 35 de la Escuadrilla del Cuartel General del Ejército del Aire en Getafe, Madrid. A los mandos el capitán Juan Castaño, que todavía recuerda la insistencia de aquel chaval por hacerse piloto. Conseguir en esta vida dedicarse a lo que uno más ama, como es volar, y hacerlo durante tantos años, es lo que convierte a un piloto, además en Aviador. Nos permitimos llamarle «Sunny», rememorando al Comandante «Sully», el que amerizó en el Hudson, puesto que la percepción de sus pasajeros, los cientos de cartas alabando la labor de este Comandante que hoy se retira de esta larga etapa, se debe a la tranquilidad que con su profesional manera de tratar al usuario del transporte aéreo, hace que nos reconciliemos aún más con esa profesión, y con sus profesionales vocacionales. Piloto es una cosa, y piloto-aviador es mucho más. El capitán Castaño, el principio del hilo donde comenzó la historia de Juan Sol en 1964, nos dice «yo creo que en aquel vuelo ya le entró el gusanillo de volar,…», de volar para siempre. Sol comenzó su aventura con 17 años (1973), como tantos otros, en una Bucker de la AGA.
Hay personas que nacen para comunicar todo el entusiasmo que les despierta su profesión. Eso que se llamaba vocación, cuando escuchamos por vez primera la voz de Juan Sol, en una entrevista en RNE el pasado viernes, en el programa «Las tardes del ciudadano García», donde vemos que aún supone una gran motivación profesional para Sol volar y cuidar de sus pasajeros.
Los auténticos pilotos-aviadores todavía miran a las estrellas y planetas
Las explicaciones que Juan Sol ha dado estos años a los millones de sus pasajeros que han dependido de su buenhacer a los mandos, han servido tanto para tranquilizar a los que tienen el natural miedo a volar a 900 kms/hora a 33000 pies dentro de un tubo metálico, como para hacer más llevadero un viaje haciendo que observen estrellas y planetas, ciudades históricas o accidentes geográficos desde el aire. Haciendo que reparen en la increíble belleza que hace que desde el aire nuestro planeta parezca un lugar amigable para relacionarnos con otros semejantes. (En la foto Juan Sol junto a la Bucker Jungmann con la que el 21 de noviembre de 1973, pudo anotar su primer vuelo en su cartilla reglamentaria de piloto)
Juan Sol les ha explicado porqué se producen las turbulencias, los extraños ruidos que hacen los aviones para aquellos no familiarizados, que existe un exhaustivo mantenimiento. Habló en la entrevista de las miles de horas de los segundos con los que ha estado trabajando hasta hoy mismo. 9000 horas, son el triple de las requeridas en las compañías para ser comandantes. De la labor de sus TCPs y el origen de esta profesión para tranquilizar a los pasajeros. Sol no se ha dejado a nadie pues sabe que todos ellos son necesarios para complementar la gran responsabilidad de transportar a cientos de personas de un punto a otro con la máxima seguridad posible. No en vano Sol acomulaba hasta ayer la friolera de practicamente 20.000 horas de vuelo. !Casi nada!
Juan Sol comunica su entusiasmo, 42 años después, por su profesión, a los pasajeros, deslizando el mensaje de que con ese enorme amor a volar, a la vida a través de la maravillosa visión desde arriba de este mundo, su máxima profesional es que cuando aterricen con seguridad, sigan con sus vidas, aunque éstas tras haber explicado pedagogicamente desde el aire esa visión, muy probablemente ya no serán iguales cuando vuelvan a subirse a un avión. Profesional transmitiendo que volar es un disfrute muy dificilmente comparable con otros placeres de la vida. Algunos, comenta como anécdota deliciosa, que tras el accidente de Germanwings le han preguntado si son felices, refiriéndose a la tripulación. Besos de japoneses, etc… Su tono de humor transmite felicidad, y aporta seguridad al pasajero.
Podríamos haber recopilado el curriculum de Sol, desde la Academia del Aire, en el Centro de Selección, entonces en Armilla (Granada) a sus Vuelos de Estado o de calibración de radioayudas, hasta recalar en IBERIA. Pero lo más interesante es que los ojos que con 8 años ya le pedían al Capitán Castaño que el gusanillo se convirtiera en realidad, y se pudiera hacer piloto y AVIADOR, se han convertido en una maravillosa realidad todos estos años, que como en cualquier cuento que se precie tiene un feliz final… El feliz final de sus pasajeros reconociendo que su vuelo ha sido placentero, distinto, entusiástico con sus explicaciones. Eso sólo lo pueden seguir haciendo aquellos que logran que el brillo de aquel chaval de 8 años, más de cincuenta años después, se siga manteniendo cuando ve un avión volar… A los 17 años, antes de obtener su permiso de conducir vehículos a motor, ya tenía su Licencia de piloto.
«Sunny», desde hoy para nosotros, representa el comandante que uno querría encontrarse a los mandos si como Sully, hay que aterrizar en un Hudson cualquiera. Una situación como esa es escepcional, y la labor para con sus pasajeros en estos años, según éstos cuentan, hace que sus aterrizajes, incluso aquellos que hayan sido duros, terminen con la sonrisa dirigida al cockpit, donde Juan Sol trabajaba.
Tambien sus compañeros de trabajo alaban su cercanía, controladores, etc… todos ellos coinciden en ello.
(Fotografía de «El Gran Javivi» (JH), amigo personal del Comandante Sol, del A319 EC-JXJ, «Ciudad de Baeza», en el que Juan Sol realizaba ayer su último vuelo al mando de la aeronave de la compañía Iberia en la ruta FCO-MAD, recibiendo el arco de agua como homenaje a su última travesía profesional como piloto de una aerolínea comercial)
Un profesional y amigo suyo, de esos que se dedican a controlar aviones nos señalaba que conociéndole desde hace más de 20 años, se le saltaban las lágrimas leyendo los elogios de sus pasajeros, «que en este complejo mundo pasen estas cosas, a veces, compensa muchas otras. Lo que más siento es no haber volado nunca con él para ser testigo de cómo hacía disfrutar a sus pasajeros de sus vuelos. Sabía que lo hacía porque me contaba que, de ese modo, muchos de sus pasajeros se relajaban y no pensaban en el poco o mucho miedo que les daba volar…», y continúa «espero que cunda su ejemplo…» lamentándose de que en el actual contexto aerocomercial Sol y otros excelentes profesionales como él, puedan ser los «últimos especímenes de una raza de aviadores ya en proceso de extinción…»
El arco de agua tradicionalmente se hace como gesto de buen augurio o suerte para los aviones bautizados en una ruta por ejemplo. En el caso que nos ocupa, el arco de agua que homenajeó al comandante Sol, es tambien un buen augurio de que se dedique a lo que se dedique a partir de ahora seguro que con esa forma de ver la vida, la profesión, augura toda una suerte de buenas suertes para él y los que le rodean en el futuro.