La "alta inestabilidad del sistema" provocó situaciones de gran peligro, como cuando la torre de control empleó como si funcionase un equipo averiado que no avisó del error (DIARIO DE MALLORCA)
Los reiterados fallos de los sistemas básicos para operar con niebla del aeropuerto de Palma generaron en los últimos tres años situaciones de "riesgo muy grave para la seguridad". Así está recogido en dos de las cinco auditorías realizadas desde 2007 por el departamento técnico de la torre de control de Son Sant Joan, a las que ha tenido acceso este diario. Los informes alertan de que las barras de parada, el único sistema que permite al aeropuerto permanecer abierto cuando hay niebla o lluvia intensas, sufren una "alta inestabilidad" desde su puesta en funcionamiento en marzo de 2007.
Solo una de las siete auditorías que están en manos de este periódico asegura que los equipos funcionan. Se trata de la primera, que llevó a los gestores del aeropuerto a comunicar por escrito a finales de octubre de 2007 que el dispositivo de aterrizaje y despegue con baja visibilidad] era "fiable". Aunque su fiabilidad duró poco. Solo una semana después del anuncio, el supervisor del departamento técnico denunciaba que se les había mentido. "Se nos aseguró que las barras funcionaban pero no es así", lamentaba en un documento remitido al director regional de Navegación Aérea de Balears, al que subrayaba que, como consecuencia del informe erróneo de fiabilidad, "hubo situaciones complicadas que podrían haber afectado a la seguridad" .
El técnico se quejaba de que la auditoría externa que les llevó a engaño reflejaba datos muy alejados de la realidad e informaba de tiempos de respuesta en la activación de equipos cuatro veces superiores a lo admisible. "No es de recibo que se nos diga que un equipo funciona y que no sea así, menos cuando la importancia del sistema es capital: afecta a la seguridad. Puede tener consecuencias muy graves", advertía.
Fallo muy grave
El aviso caía en saco roto. Los gestores del aeropuerto optaron por mirar para otro lado y mantener en servicio unas barras de parada tan fundamentales como defectuosas. La consecuencia directa fue un episodio que podría haber tenido consecuencias dramáticas. Ocurrió el 8 de enero de 2008. Según refleja el parte de incidencias de la jornada, esa noche las condiciones de pista llevaron a la torre de control a activar a las 21.18 horas el procedimiento de visibilidad reducida (LVP, por sus siglas en inglés). Lo usaron para mover a los aviones hasta las cuatro de la madrugada, cuando detectaron que el sistema no estaba funcionado. Es decir, durante siete horas, las órdenes de la torre se aplicaron con unos equipos que no funcionaban.
La gravedad de este hecho, y nuevos fallos tres días más tarde, hicieron que la jefa de la división regional de Tránsito exigiese por escrito que se diese de baja el servicio y se avisase a todos los operadores del sistema aéreo. Pero tampoco se hizo. Por eso el 16 de enero la misma jefa ordena directamente a la torre de Palma que deje de recurrir a las barras de parada vitales para el funcionamiento de Son Sant Joan con baja visibilidad: "Los controladores no deben usar las barras de parada".
Pero la tercera advertencia, en este caso de una jefa de división, tampoco sirvió de mucho. Y el error se repitió: el 23 de mayo de 2008 a las seis de la mañana la torre intentó poner en marcha los equipos de señales para niebla, pero los profesionales se toparon con que los semáforos y luces no respondían. ¿Resultado? Al cuarto aviso los controladores deciden plantar cara al aeropuerto y no usar más el sistema hasta que sea revisado, con el riesgo que eso conlleva. "Aquí nadie tiene prisa pero en AENA están jugando con fuego. Si el aeropuerto se congestiona por la niebla habría que derivar aviones a Valencia o Barcelona, pero algunas compañías operan con alternativo a Palma sin combustible suficiente para llegar a esos destinos", aclara un controlador.
Y los datos parecen darle la razón, porque después de aquel 23 de mayo se efectúo en junio otra auditoría de los equipos de niebla, que también reflejó errores. ¿Se declaró entonces el sistema fallido y fuera de servicio? No, la quinta advertencia sirvió para lo mismo que las anteriores: para nada. Y el 22 de diciembre de 2008 volvió a pasar: había previsión de niebla y la torre quiso poner los equipos en funcionamiento, pero se produjo un "fallo generalizado del sistema". El aeropuerto lo achacó a la casualidad y días después una inspección de la Agencia de Seguridad Aérea (dependiente de AENA, el organismo al que supervisa) "validaba el sistema", según afirmaban ayer en AENA.
"Conejillos de indias"
Pero el sistema validado seguía dando sustos. Así que ya en 2009, el departamento técnico del aeropuerto decide hacer tres nuevas revisiones (una en febrero y dos en marzo), en las que el sistema fracasaba una vez más. Sexto, séptimo y octavo avisos. Lo certificaba el informe final de las pruebas, en el que se advierte de que "el número de alarmas ha sido absolutamente inaceptable" y se detallan errores que "abarcan desde fallos en las barras de parada hasta pérdida total de control de los equipos". Por ello la evaluación concluye con una petición clara: "El sistema debe ser considerado fuera de servicio hasta que pase el control de los organismos internacionales".
Pese a todo, la dirección del aeropuerto seguía en sus trece, amparándose en una tercera auditoría externa, esta favorable pero realizada solo sobre la mitad del sistema de baja visibilidad. Las conclusiones se expusieron en un grupo de trabajo entre mandos del aeropuerto, especialistas técnicos y responsables de la torre. En el encuentro los gestores de Son Sant Joan reconocían que el sistema "puede presentar alarmas falsas" y admitían ser "conejillos de indias" de la empresa suministradora de las indispensables barras de paradas. Curiosamente, el responsable de seguridad se negó a incluir estas reflexiones de miembros de su equipo en el acta de la reunión. Desde febrero de 2009 hasta hoy el aeropuerto permanece capado: cuando la niebla asoma, en vez de los 16 aviones por hora que despegarían con los equipos a pleno rendimiento, solo salen cuatro.Y el resto esperan para evitar sustos como los de los últimos años.