Guadalajara, SP, 11 de febrero de 2014.- La noche del 9 al 10 de febrero de 1924, muy probablemente sea una de las más tristes para los que piensan que la historia escribe las posibilidades de éxito de futuro de cualquier disciplina científica. En este caso de la aeronáutica y la aviación con todas sus disciplinas adyacentes. Esa noche sucumbía pasto de las llamas la Academia de Ingenieros de Guadalajara, es decir, el primer hogar ("casona" la llamaban los ingenieros), de nuestros pioneros de la ingeniería aeronáutica, del pilotaje de aeronaves y del desarrollo de las comunicaciones y el diseño industrial relacionado con el sector. La crónica de la época decía "objetos de indescriptible valor, moral el de unos, material el de otros, se han exitinguido como si nunca hubiesen existido"(Rev.Aérea marzo 1924). Efectivamente, una mente minimamente sensible con la cultura aeronáutica cuando menos se entristece al pensar en lo que en ese incendio se perdió. Se perdió para siempre. La foto de la Academia después del incendio, la obtenían los propios aerosteros desde el aire poco después de producirse el incendio firmada como Foto:Susanna.
Las hojas de estudio manuscritas de todos los pioneros que pasaron por sus aulas, y que celosamente atesoraban entre sus muros fueron pasto de las llamas aquella nefasta noche de fuego. Los retratos de los más prestigiosos antepasados que desde 1833 habían llenado de enseñanzas sus paredes, desaparecían, así como las fotos de los primeros aviadores muertos en campaña como Castellvi, Oizu, Jimenez Millas, Rojas, etc…