El primer vuelo sobre el monte Everest, uno de los últimos grandes retos en los orígenes de la aviación tras la travesía por el Atlántico y los polos, cumplió esta semana 80 años con un vuelo conmemorativo de la hazaña.
El 3 de abril de 1933, los británicos David McIntyre y Douglas Douglas-Hamilton pilotaron durante tres horas y media dos biplanos Westland Wallace de cabina abierta a una velocidad de 225 kilómetros por hora, para pasar sobre el pico más alto del planeta.
"Estaban forzando los límites", afirmó Charles Douglas-Hamilton, nieto del pionero de la aviación y que participó como copiloto en el vuelo conmemorativo.
"Los riesgos eran altos, con fuertes vientos y falta de oxígeno", señaló Charles Douglas-Hamilton, quien añadió que "era un avión de un solo motor y se necesitó combustible especial que no se congelase".
Para reducir el peso no llevaron consigo paracaídas.
Se trató de un éxito para la aviación británica, ya que hasta entonces hitos como atravesar el Atlántico o los polos habían sido realizados por pilotos estadounidenses.
La expedición, que también tenía objetivos científicos y partió desde el estado indio de Bihar, buscaba fotografiar la zona sur del Everest para realizar mapas, por lo que un piloto y un fotógrafo viajaban en cada avión.
"El suelo de la aeronave se abría para que se pudiesen tomar las fotografías", explicó el nieto del piloto en rueda de prensa en Katmandú.
Con los mapas hechos por la Real Sociedad Geográfica gracias a esas fotografías, sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay escalaron después, en 1953, la montaña de 8.848 metros, por primera vez en la historia.
"John Hunt, líder de la expedición de Hillary y Norgay, habló con mi abuelo acerca de las imágenes antes de la escalada", dijo Douglas-Hamilton.
Pero las imágenes tomadas durante el primer vuelo no tenían calidad suficiente y, dos semanas más tarde, se repitió la expedición de forma secreta, a pesar del empeoramiento de las condiciones climatológicas.
La misión también tenía como objetivo la búsqueda de evidencias de lo que había ocurrido con los escaladores Andrew Irvine y George Mallory, que en 1924 desaparecieron en el Everest y nunca se supo si llegaron a alcanzar la cumbre. Sin embargo, no hallaron restos de la expedición de Irvine y Mallory.
Los dos biplanos fueron enviados a Karachi, hoy Pakistán pero entonces parte de la India Británica, para después volar hasta Nueva Delhi y desde allí a Purnea, en el estado indio de Bihar, al sur del Everest.
Allí tuvieron que esperar dos semanas a que mejorase el tiempo, aunque realizaron vuelos a diario en la zona, una aventura que no estuvo exenta de peligros.
A 9.488 metros, Douglas-Hamilton sufrió un calambre porque le falló temporalmente el suministro de oxígeno, señaló su nieto, quien añadió que su pariente estuvo a pocos metros de chocar con la cima de la montaña. Además, cerca del Everest el avión fue succionado por una corriente descendiente que le hizo caer 600 metros.
"Mi abuelo era un hombre modesto. Cuando le preguntamos cómo fue el vuelo respondió que bien, lo que significaba que había sido brillante", señaló el descendiente del mito de la aviación. El vuelo inaugural sobre el Everest contribuyó, asimismo, a avanzar en la industria de la aviación, como en el desarrollo de las cabinas presurizadas.
Ochenta años después, el vuelo conmemorativo se realizó en un avión Jetstream, manufacturado en una fábrica escocesa fundada por McIntyre y Douglas-Hamilton.
"Volamos a unos 7.000 metros y nos acercamos hasta unos 1.500 metros de la cumbre", afirmó Umesh Chandra Rai, administrador de Yeti Air, compañía que realizó el vuelo conmemorativo, que no obstante no sobrevoló la cima. "Volar sobre el Everest supondría entrar en el espacio aéreo chino", explicó Rai, ya que la montaña más alta del planeta se halla en la frontera entre Nepal y China.
Hoy miles de turistas suben a vuelos comerciales para ver el Everest desde el aire, pero no sobrevuelan la montaña, como hicieron los dos escoceses, que han pasado como mitos a la historia de la aviación.