Las Palmas de Gran Canaria, SP, 11 de julio de 2013.- El sistema de castas hindú establece que por debajo de un cuarto escalón se consideran una raza inferior; incluso por debajo de los esclavos,shudrá, que se situarían en este cuarto nivel. Los regímenes democráticos modernos no permiten implantar este modelo, pero, ¿y de facto? Tendemos a un modelo donde se impone a una amplia mayoría cada vez más obligaciones, compensadas por unos derechos que en la mayoría de los casos son virtuales. Las obligaciones se establecen mediante acuerdos tomados por individuos de escalones superiores, adoptados arbitrariamente bajo premisa de un planteamiento de solidaridad social; pero sólo de aplicación a las castas inferiores, estando las castas superiores exentas de estas normativas.
De esta manera conviven tres sistemas fiscales, aunque formalmente se encuadren en uno sólo. La clase dirigente se encarga de diseñar el sistema de recaudación fiscal bajo tres perspectivas totalmente distintas y discriminatorias. El general, que se aplica a la amplia mayoría, cada día más asfixiante y, según algunos expertos encaminado al colapso del sistema. El que diseñan para ellos mismos, donde las canongías de todo tipo, incluidas las retenciones por la renta del trabajo no se parecen ni por asomo a su equivalente al nivel salarial del primer grupo. Y el tercer grupo, las grandes fortunas que disponen de ese invento mágico llamado sicav, por el cual pueden tributar al 1%.
El primer grupo, la tradicional clase media, después de muchos años de esfuerzo ha ido consiguiendo unas condiciones de vida cada vez más dignas, lo que se conoce como el estado del bienestar. Pero sólo funciona en épocas de bonanza, cuando vienen tiempos de escasez se activan dentro del cerebro humano los mecanismos más primitivos, los que provienen de su origen animal, y el macho alfa de la manada se impone a costa de que se muera de hambre el resto. Este instinto animal le impide a su vez razonar que su propia subsistencia depende de su propia manada, sin ella no es nadie.
Ante la crisis que se avecinaba hace unos años, el anterior gobierno socialista diseñó una reforma laboral que dejó latente, cual carga de profundidad, para posibles gobiernos venideros. El siguiente, haciendo honor a su propia naturaleza -¿que prejuicios morales existen que un tigre devore una pieza indefensa? forma parte de su propia naturaleza-, puso en marcha la citada reforma laboral por la cual, bajo unos supuestos eufemísticos, cualquier empresa podía hacer uso torticeramente de la ley, tengamos en cuenta que estamos en el país donde se inventó la picaresca; desequilibrando la difícil balanza de poderes sociales y patronales. El propio CGPJ ha publicado unas estadísticas escandalosas al respecto.
Como consecuencia, una gran parte de tejido productivo de este país, profesionales con gran experiencia y muchos años de antigüedad en sus respectivas empresas están en el paro o trabajando en el extranjero. La reforma laboral ha supuesto una tentación demasiado poderosa para satisfacer otro sentimiento tan genuinamente humano como es la codicia. Estos profesionales cotizaban mensualmente al IRPF en muchos casos el equivalente al sueldo de un ministro; como el de Industria, Justicia o Fomento, estos que deberían defender que no se destroce la mano de obra más experta y cualificada de un país y no nos expropien empresas tan estratégicas para nuestra principal industria, el turismo, como es Iberia.
Pero volviendo a los sueldos, la sociedad no debiera alarmarse por los más altos, siempre que sean fruto del mérito, la formación y el propio esfuerzo; no nos dejemos llevar por otro vicio tan nacional como es la envidia. Ninguna empresa, lo leí hace más de veinte años en una revista especializada justo cuando se empezó a criminalizar el sueldo de los pilotos en EEUU, ninguna empresa paga un sueldo superior a lo que produce el trabajador, la prueba está en las cuentas de resultados. Qué es preferible: ¿una población activa mayoritariamente con renta altas, y con altas cotizaciones a las arcas del estado; o esa misma población activa igualada en sueldos a la baja, con la consecuente disminución significativa de la contribución por su trabajo a la solidaridad nacional? Creo que no hay que ser ministro de Economía para ver lo obvio.
Un sistema generalizado de sueldos bajos, independientemente que se deba aplicar en casos muy concretos de empresas en evidente situación de riesgo, genera pobreza. En esta situación la sociedad mantiene sus necesidades vitales, se ahorra lo que se puede y se retrae el consumo; se genera un círculo vicioso que finalmente acaba también perjudicando a la empresa que no puede dar salida a sus productos, debiendo reducir producción y reduciendo aún más la mano de obra. Al final del ciclo toda la sociedad sale perjudicada, con la salvedad que el capital busca mantenerse a salvo en mercados extranjeros.