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La sonrisa del Sargento Jhonander se queda en la garita

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(ATCpress) Gran Canaria, SP, 22 de noviembre de 2015.- Su sonrisa era franca, noble y abierta. Ahora se quedará para siempre en La Garita. Un graffiti de gran tamaño sobre el lateral de un edificio completo a la orilla del mar representa desde este fin de semana en este punto del litoral de Telde, en la isla de Gran Canaria, el rostro del joven sargento Jhonander Ojeda Alemán, fallecido el 22 de octubre junto a otros dos militares en el helicóptero del SAR que cayó al mar a 280 millas de Canarias. Se trata del homenaje que ha querido rendir a su hijo Paco Ojeda, que se ha ocupado personalmente de costear todos los gastos que ha conllevado la confección del gran mural con la imagen del sargento fallecido y un Súper Puma igual al accidentado y donde perdió la vida junto a los pilotos José Morales Rodríguez y Saúl López Quesada.

El destino golpeó dos veces a Jhonander. La primera el 19 de marzo de 2014, cuando salvó la vida tras el primero de los dos trágicos accidentes que acumula el SAR del Ejército del Aire en Gran Canaria en 19 meses. La segunda, el jueves 22 de octubre de 2015, cuando Paco Ojeda tuvo que revivir una pesadilla que ya conocía muy bien desde marzo de 2014. Pero Paco, como no lo hizo su hijo tras el primer accidente, no se deja abatir por la fatalidad. Así que ha decidido convertir su tristeza en una obra gigante que recordará la sonrisa franca de su hijo Jhonander junto a la orilla del mismo mar que tantas veces sobrevoló el joven sargento haciendo aquello que amaba: estar siempre disponible en el servicio de búsqueda y rescate que asiste a ciudadanos en dificultades.

El graffiti de La Garita surgió en la mente de Paco Ojeda cuando los tres jóvenes que lo han hecho posible ya hicieron un primer homenaje gráfico en otro punto del Sureste grancanario, Vecindario. Allí, un grupo de graffiteros al mando de Javier Sánchez Flores hizo su primer gran dibujo en recuerdo del joven Jhonander apenas unos días después de que su cuerpo fuera rescatado del mar, adonde cayó el helicóptero en que viajaba desde Mauritania a Gran Canaria, en un vuelo de regreso de unos ejercicios de adiestramiento del SAR español al servicio de rescate de Senegal en el que había participado. Este primer dibujo surgió como una idea espontánea de amigos y conocidos de Jhonander. Cuando Paco Ojeda vio el hermoso resultado final, propuso a Javier que hiciera otro en La Garita, donde residía Jhonander.

Este viernes por la noche, la cara sonriente del sargento fallecido se adueñó del lateral del edificio preparado expresamente para acoger el nuevo graffiti: un proyector lanzó en la noche sobre la gran pared el boceto inicial, para que los graffiteros pudieran trasladarlo a tamaño real al muro, con los dibujantes situados a bordo de un andamio articulado. La obra ha sido ejecutada minuciosamente por el propio Javier Sánchez y otros dos graffiteros, Iván y Christian Santana García. Ya habían convertido en dibujo la tristeza de los amigos de Jhonander. Ahora, traducen a otro gigantesco graffiti todo el cariño y el esfuerzo que su padre ha volcado en esta segunda obra, cuyo coste superó los 7.000 euros al incluir la reparación y pintado previo del lateral del edificio.

Pero eso «da igual, porque es para mi niño y es un homenaje que ha querido hacerle su padre», dice Paco Ojeda, que guarda en su móvil, foto a foto, todos y cada uno de los pasos que se han seguido en La Garita para lograr que el rostro de Jhonander mire ahora al mar, en recuerdo del valeroso sargento.

Jhonander Ojeda Alemán, psicológicamente muy afectado tras el primer accidente en el que perdieron la vida otros cuatro compañeros suyos en marzo de 2014, se convirtió en un ejemplo de superación y de resistencia cuando, a pesar del inevitable estrés postraumático que arrastraba desde aquella tragedia, decidió reincorporarse al Ejército y volver a volar a bordo de los Súper Puma. «Es mi vida», repetía usualmente a su padre. Su semblante serio y calmado también llamó la atención en marzo de 2015, cuando se unió al jefe del SAR, el teniente Fernando Rubín, para descubrir una placa en memoria de sus compañeros Daniel Pena Valiño, Carmen Ortega Cortés, Sebastián Ruiz Galván y Carlos Caramanzana Álvarez. Para entonces, su padre ya se había convertido en una sombra protectora que seguía sus pasos firmes desde la distancia, atento a todo aquello que pudiera afectar a su hijo más allá de la tragedia que le había tocado vivir.

Ahora, su rostro se convierte y consolida en La Garita en el símbolo del valor y de la nobleza de aquellos que, desde una vocación insobornable de servicio a los ciudadanos y al país, anteponen el sentido del deber a las heridas del alma. Es el sargento Jhonander, el joven que venció a todos los miedos.

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