Amelia E., Aviaciondigital.- “…Nunca antes había visto un avión así, era impresionante. Un espectáculo que, en comparación con el resto de las aeronaves, te deja sin aliento. Su silueta desafiante, su aspecto masivo, su poder, su inmensidad, sus formas cambiantes según se mire desde que perspectiva y sus gigantes motores en el ala. Algo completamente distinto y una vista increíble no comparable a nada. Su magnitud, su magnífica presencia, la oscuridad de su negro fuselaje te engulle y te atrae poderosamente a ser pilotado. Sentarse en la cabina es como sentarse a dirigir una nave espacial… es tan increíble la experiencia que en ocasiones resulta perturbadora… Este es mi mirlo”. -Solo muy pocos hombres de entre los pilotos más elitistas de este planeta, pueden decir esto.
Algunas maravillas de la tecnología fueron diseñadas para crear hitos, romper récords y después de coronarse en lo más alto, perdurar al paso del tiempo. Con el objetivo de concebir una máquina que devorase el espacio rompiendo con todas las marcas de velocidad y que de esta manera fuera humanamente inalcanzable, el ingeniero Kelly Johnson consiguió que el récord de velocidad absoluta para un avión a reacción, siga perteneciendo a una aeronave que podía volar tan rápido y tan alto que era capaz de ver las estrellas tanto de noche como de día, el Lockheed SR-71 Blackbird.
Diseñados para volar a Mach 3.2, tres veces la velocidad del sonido y alcanzando altitudes inimaginables, el SR-71 operaba en secreto tanto al servicio de la Fuerza Aérea de EEUU como de la NASA, hasta que en 1998 cuando debido a su alto costo de mantenimiento, se decidió su retirada.
En la actualidad y tras más de 50 años de su nacimiento, el SR-71 Blackbird sigue siendo el avión más veloz que ha existido y, a pesar de que solo se construyeran 32 unidades, son más de una treintena los museos que albergan un altar para el descanso de este depredador que parece venido de otro planeta.
Objeto de un depredador, se convirtió el equipo de operaciones de la fuerza especial de EEUU, enviado en 1987 a una misión de rescate en la selva centroamericana, durante la cual descubrirían que algo invisible les estaba dando caza uno a uno. Esa criatura, que conservaba las calaveras de sus víctimas como trofeos, definitivamente no era de este planeta. Así fue la irrupción en la gran pantalla del Predator, el famoso cazador alienígena que viajaba por la galaxia enfrentándose a cualquier ser vivo que pudiera considerar como auténtico reto.
Para reto el que desafiaba el SR-71 sin ser derribado, cada vez que era enviado a una misión sobre países lo bastante hostiles y con tecnología suficiente como para intentarlo. No ha existido rival capaz de superar el rendimiento de este increíble aparato de la Lockheed. A baja cota un caza interceptor como el F-104 Starfighter muy probablemente desbancaría al SR-71, ya que cuenta mejor relación empuje peso y quizás aceleraría más rápidamente, pero en alta cota, donde solo algunos de esta estirpe pueden alcanzar velocidades inimaginables, donde se puede volar tan alto que es posible observar la curvatura de nuestro planeta, el SR-71 se convierte en el principal protagonista del boom sónico alcanzando alturas donde volar ya es otra historia.
El SR-71 Blackbird, el avión favorito de muchos, “es un aparato grotesco cuando está posado y goteando aceite como un colador, pero que cuando se pone a Mach 1 y todas sus juntas se dilatan y se sellan, vuela fundido con el viento como un alma fugaz… Es una máquina para llevar al límite; allí es donde alcanza todo su esplendor, a altísima velocidad. Definitivamente, su lugar no está aquí en la tierra, donde descansar es como morir lentamente… está más allá de las estrellas, allá donde nuestra vista no puede alcanzar.” Algo así venía a decir Tommy Lee Jones cuando acariciaba la silueta de esta aeronave en la película Space Cowboys refiriéndose al Blackbird, como uno de los más radicales, asombrosos y extraordinarios aviones de la historia.
De la misma manera que Depredador, la película americana de acción y ciencia ficción daba a conocer a esta criatura extraordinaria con ese halo de seriedad que la envuelve y que supuso pasar de ser un filme de acción y que buscaba adversarios que no fueran de este planeta, a acumular el suficiente potencial como para convertirse en una súper producción estadounidense de la gran pantalla, el SR-71 Blackbird también ha hecho su debut en Hollywood siendo protagonista de muchas películas tan famosas como DARYL, la saga Transformers y Final Aproach, así como en juegos y simuladores tan mundialmente conocidos como Call of Duty Black Ops o Microsoft Flight Simulator X.
En la actualidad, gran parte de las posibilidades reales del Blackbird aún siguen siendo secretas y tan solo algunos afortunados han podido comprobar durante las misiones que se llevaron a cabo, de igual modo que muchas de las pruebas que se efectuaran durante su desarrollo, en un polígono secreto y remoto perdido el desierto de Nevada y cuya ubicación en los papeles oficiales, ni siquiera existe. El mirlo negro ha estado siempre envuelto en un hermetismo que ha inspirado toda clase de teorías muchas de ellas relacionadas con vida extraterrestre.
Provenientes de un lejano planeta árido con dos estrellas binarias, desde sus orígenes estos extraterrestres se dedicaban a viajar por la galaxia y visitar la tierra a intervalos de 100 años, ya que nuestro planeta es en sí, era una especie de campo de entrenamiento. Son la saga de los Predator, criaturas de gran altura y con grandes mandíbulas, que además de tener los sentidos mucho más desarrollados que los humanos, cuentan con una avanzada tecnología que les convierte en rivales muy superiores.
Los orígenes del SR-71 se remontan a 1960 cuando un avión espía estadounidense U-2 el conocido “Dragon Lady” fuera derribado por los Soviéticos y provocara que, el por aquel entonces presidente Eisenhower, prohibiera los vuelos sobre la URSS.
La Lockheed estaba desarrollando tres proyectos capaces de alcanzar Mach 3, justamente para ser el reemplazo del U-2 que había sido abatido. Se trataba de aeronaves totalmente revolucionarias con características nunca antes vistas. Una de ellas era el A-11, que hizo su primer vuelo en 1962. Su hermano el A-12 dio lugar al proyecto Arcángel, un avión de reconocimiento estratégico que resultaría un modelo de transición hasta que el Blackbird estuviera operativo y soportara un alto número de Match, sin que se produjese ningún daño en su estructura.
Al más puro estilo de la saga británica 007 y como si de una película del espía más famoso se tratase, se diseñó una variante modificada del A-12, el M-21, que portaba a su vez un dron D-21, una aeronave no tripulada de reconocimiento que era completamente autónoma. Una vez se realizaba su lanzamiento y alcanzaba el blanco asignado para espiarlo, regresaba a un punto de encuentro donde un C-130 Hércules era el encargado de recoger la información obtenida en el aire. Tras haber cumplido su objetivo, el dron en cuestión, de igual modo que los mensajes de James Bond, se autodestruía en unos segundos. Lamentablemente fue cancelado en 1966 cuando tras realizarse el lanzamiento del dron, éste colisionó con el M21. Con los conocimientos desarrollados y debido a la avanzada tecnología, se planteó asimismo una versión de intercepción, llamada YF-12, un caza experimental de largo alcance que asentaría las bases para el desarrollo de los sistemas de armas del supersónico F-14 Tomcat.
Sin embargo, sería solo uno de ellos el que lograse acaparar todo el éxito ofreciendo unas capacidades operativas sin referente. Además, la tecnología de a bordo debía estar a la altura y soportar las condiciones extremas de vuelo. Se trató de buscar lo imposible y lo imposible se hizo realidad cuando en 1964 llegó el SR-71 Blackbird, con una cabina para dos pilotos y una mayor capacidad de combustible. Este fue el modelo más exitoso, el avión espía que vino del cielo con unas prestaciones nunca antes vistas y concebido como el avión de reconocimiento más rápido del mundo. El SR-1 Blackbird no fue simplemente un caza como tal, fue una aeronave que iba más allá, hacia la línea supersónica que consolidara el equilibrio perfecto entre sustentación y resistencia.
El jet más rápido del mundo era un espécimen tan adelantado a su tiempo que podía ser fácilmente confundido con una nave espacial. Reunía algunas características totalmente desconocidas. Sus dos enormes motores, los timones de cola y la línea de su silueta hacía del SR-71 un avión a la par de misterioso, tremendamente complejo.
Sin embargo, aun siendo un aparato de tan magna sofisticación, el SR-71 contaba con dos potentes motores que eran arrancados cada uno por un motor de automóvil, y que cuando conseguían que la turbina alcanzase unas diez mil revoluciones, inyectaban el combustible JP-7, un combustible de baja volatilidad muy especial y difícil de encender por sí solo, para evitar que al acumular tanta temperatura se produjera una explosión de la aeronave en el aire.
Una vez adoptado el régimen de despegue y subida, donde cada desplazamiento suponía quemar combustible a un ritmo feroz, el piloto se preparaba para realizar su primer repostaje en vuelo y llenar los tanques al máximo de su capacidad. Era un momento tan crítico y delicado que exigía, como casi toda la operativa de este aparato, el máximo grado de concentración posible. Sin comunicación verbal con el avión cisterna, el proceso de aproximación de por si complejo, se convertía en una proeza tratándose de un avión de tal dimensión, con ala en delta y régimen subsónico.
Las alas del SR-71 con las que surcaba la atmosfera, estaban integradas en el fuselaje, y construidas alrededor de dos enormes motores Pratt & Whitney cuya fuerza era aprovechada por un sistema de tomas de aire, góndolas y toberas, mecanismos que jugaban un papel muy importante y que a Mach 3.2, permitían que los motores en sí generasen sólo una décima parte de su empuje. Con el objetivo de lograr autonomía a la par que baja resistencia a Mach 3, se utilizaba un ala en delta, un inédito diseño hasta entonces, que junto con unas extensiones laterales en el fuselaje, le dotaban de mayor sustentación y estabilidad direccional.
Esta maravilla de la ingeniería resultaba ser más eficiente cuando alcanzaba su velocidad crucero, velocidad que conseguía ascendiendo a Mach 1, luchando contra la resistencia de aire, para justo antes de conseguirlo, bajar el morro y volver a y traspasar el espacio proyectado hasta llegar a Mach 3.2. Pero a la vez, la aeronave estaba sometida a altísimas temperaturas en vuelo. Ya de por sí, el calor generado por la fricción implicaba un problema dado a la velocidad que alcanzaba. En condiciones normales, solo las toberas de escape podían alcanzar los 600 grados nada más encenderse los motores, haciéndolos brillar en la oscuridad como dos llamaradas resplandecientes.
Y como el fuselaje del SR-71 estaba sometido a tan elevadas temperaturas, se construyó en titanio, un material muy resistente y que se expandía con el calor. Para tolerar la expansión, los paneles del fuselaje no encajaban perfectamente al estar la aeronave en tierra y el revestimiento de las alas contaba con una superficie ondulada por la que se filtraba gran cantidad de combustible. Pero una vez en vuelo, al máximo de sus capacidades, el fuselaje del SR-71 se expandía, alienaba y sellaba perfectamente evitando cualquier escape. Resulta curioso que, a la hora de fabricar la aeronave con este material, el principal productor de titanio en grandes cantidades fuera la Unión Soviética, por lo que los americanos tuvieron que fingir que el destino era otro y no el de fabricar un avión cuya finalidad fuera espiarles.
El SR-71 como no podía ser de otro modo, se recubrió con una pintura especial que ayudaba a la refrigeración de las superficies con más temperatura, y de un azul tan intensamente obscuro que pasaba por negro, de donde proviene su famoso nombre Blackbird, mirlo o pájaro negro.
Si su despegue ya era extraordinario y similar a un cohete con cuenta regresiva incluida, cuando el SR-71 regresaba a base tras haber cumplido con una misión, y debido a la gran velocidad de aterrizaje que alcanzaba, casi 300 kilómetros, era imprescindible el uso de un paracaídas. Una vez en tierra la bestia descansaba aislada, sin que nadie pudiese acercarse a ella sin sufrir quemaduras por su aún alta temperatura. Por ello la tripulación vestía unos trajes presurizados que les permitían soportar el infierno en que se convertía la cabina a Mach 3.2, modelos que servirían posteriormente a los usados en 1969 por los astronautas que viajaron a la Luna.
Con una tecnología a muchos años luz de la nuestra, el Predator nacía destinado a la cacería, pero no de cualquier espécimen, solo eran seleccionados aquellos objetivos que se pudiesen considerar una amenaza. Afrontaba cada misión dotado con una avanzada tecnología que le permitía entre otras destrezas, ver los distintos espectros de luz y calor del medio en que se encuentran, ya que sus ojos eran capaces de ver luz infrarroja y ultravioleta. Asimismo, contaba con un oído muy desarrollado y un sistema de camuflaje que le hacía parecer invisible a sus presas. Si desafortunadamente eras uno de los elegidos, no los verías hasta que los tuvieras resoplándote en la nuca.
Se ha dicho siempre que el SR-71 era un avión invisible al radar. Ciertamente, estamos ante uno de los primeros aviones diseñados con tecnologías furtivas e indetectables que a pesar de que nunca lo fuera del todo. El Blackbird podía evadir los misiles tierra-aire simplemente acelerando, lo que le otorgaba la habilidad de parecer un avión invisible, un avión predator. Lo cierto es que lo que realmente detectaba el radar era la estela de gases que dejaba a su paso. Volando a Mach 3 en una misión normal, la estela media más de 300 metros de largo y sus pasadas causaban una especie de silbido que era captado por la radio. Obviamente, estas frecuencias en las cuales el Blackbird podía ser presentido, eran totalmente secretas.
Para evitar no irrumpir en espacio aéreo hostil, el SR-71 utilizó la estrategia de sobrevolar la línea de la frontera haciendo un barrido lateral, esto es espiar, pero sin entrar en su espacio aéreo. Siendo un avión imprevisible y no rastreable, los sensores con los que estaba dotado le permitían cumplir sus objetivos sin necesidad de ir más allá de lo permitido. Este sistema de sensores como el espíritu inherente a esta obra de arte de la ingeniería, era del todo secreto y seguramente contase con un radar de barrido lateral de alta definición junto con sensores de infrarrojos y fotográficos y cámaras de largo alcance, que fueran lo más avanzado de este tipo de tecnología de la época.
Además, todo lo aprendido y desarrollado para el SR-71, sirvió posteriormente para el diseño del bombardero XB-70 Valkirie, que lamentablemente fue cancelado por los muchos problemas y el accidente que marcaría su limitado recorrido.
No hay rival para el avión que fue y será siendo un hito en la historia de la aviación. Así como el Predator no tenía muchos rivales que estuvieran a su altura, el SR-71 consiguió que los soviéticos se sintieran inferioridad y diseñaran el interceptor supersónico ruso por excelencia, el MiG-25 que despegaba con un único objetivo: derribar al Blackbird.
El diseño del SR-71 es inconfundible a pesar del paso de los años y solo comparable a su predecesor el Lockheed A-12, al que muchos confunden con el Blackbird cuando visitan el Intrepid en Nueva York. Por todo ello, por su increíble velocidad, su altitud de vuelo y envolvente de temperaturas extremadamente altas, el icónico Blackbird SR-71 se consolida como un prodigio de la ingeniería, cuyo exigente pilotaje está solo al alcance de muy pocos y que supone un desafío tanto tecnológico, como humano y económico.
Para aspirar a entrar en la élite de los pocos pilotos que operaban los Blackbird, no solo había que contar con miles de horas a bordo de aviones a reacción a velocidad subsónica y ser consumados navegantes. Pilotar una nave de tal calibre suponía afrontar rigurosos controles de seguridad, pruebas físicas y muchas horas en simuladores especialmente diseñados para aprender a gobernar los complejos sistemas de navegación y sensores de reconocimiento. Era una tecnología muy avanzada y complicada que no estaba al alcance de cualquiera y que debía llevar trajes casi espaciales similares a los usados por los astronautas.
Después de haberse desclasificado algún banco de información sobre esta aeronave, se sabe que además de misiones de espionaje, los SR-71 fueron utilizados para la realización de pruebas de aerodinámica de propulsión, materiales de protección térmica, instrumentación de alta velocidad y temperatura, así como en estudios atmosféricos.
El rendimiento de esta aeronave no ha sido igualado por ninguna otra ni en velocidad ni en altitud, pero sus costes de vuelo y mantenimiento eran muy altos. En 1998 esta gran aeronave fue retirada de servicio aunque seguirá siendo un avión con capacidades increíbles y enigmáticas, tan solo por haber sido un proyecto desarrollado en la famosa y misteriosa área 51, compendio de pruebas de miles de proyectos secretos y también lugar de descanso de todas las teorías sobre extraterrestres, contactos interplanetarios y naves alienígenas.
Un misterio de los muchos que permanecen ocultos en el universo como los Predator. Criaturas con un alto sentido del honor y de un intelecto superior al humano, que no pueden ser comparables a ninguna otra especie. Dotados de capacidades inimaginables, del mismo modo que el SR-71, y que siempre estarán envueltas en una atmosfera de misterio y de admiración, son poseedoras de un importante código de honor les exige que una derrota en combate o un fallo en una cacería los exponga a ser descubiertos a pesar de que esto signifique su autodestrucción.
Las discusiones sobre las marcas y rendimiento del SR-71 aún permanecen en secreto y están limitados a los datos de la información que ha sido desclasificada. Los datos reales son especulativos por el momento, hasta que algún día se puedan hacer públicos.
La aeronave, diseñada por Kelly Johnson estuvo en activo el tiempo suficiente para que alrededor de ella existan todo tipo de historias fascinantes. Y es que el Blackbird es un avión imposible de pasar por alto. Con una silueta tan aerodinámica que lo hace reconocible a todo el mundo, incluso a ojos de los menos expertos. Esta aeronave sigue estando rodeada de un halo de misterio a pesar del paso del tiempo, incluso el hermetismo de lo que algunos empezaron a denominar proyecto Aurora. El hipotético relevo de los Blackbird vendría a manos de su descendiente el SR-72, al que algunos atribuyen un éxito rotundo que lo mantuviera totalmente en secreto, hasta los que creen que fracasó porque sencillamente, no existe ni existirá una aeronave capaz de superar al mítico pájaro negro.
Los Predator fueron adorados y venerados con sacrificios en altares que se realizaban desde antaño por antiguas civilizaciones. Estos guerreros llegados a la Tierra hace miles de años, descansan en la memoria de todos los aficionados a la saga muy posiblemente por su apego a las tradiciones y al combate. Los Blackbird, soberanos de la navegación celeste, mirlos que un día se posaron y retiraron del servicio, hoy descansan en altares de museos a la vista de todos los humanos para que puedan ser admirados como lo que han sido siempre y serán, los aviones más veloces del mundo, cuyo rendimiento nunca podrá ser igualado.
Un cazador alienígena de ficción con tecnología avanzada y una aeronave tan increíble que aún hoy en día nos sigue pareciendo de ciencia-ficción y que no desentonaría en absoluto en una película futurista, son criaturas cuya culminación será siempre en lo profundo del espacio, allá donde todo es diferente, donde se vuela en un vector no en una línea, y donde nada sucede como realmente lo sucedería.
Allí, cuando el SR-71 se desliza a Mach 3 a través del inconmensurable espacio, su imponente silueta negra se dibuja atravesando la atmosfera para alcanzar a observar toda esa actividad de meteoritos que desde el suelo no se ve, donde se ven a la par atardeceres y amaneceres y, donde la tierra parece un mapa en relieve con luz a un lado y oscuridad a otro.
El Blackbird, majestuoso con un diseño que todavía parece de una película futurista y volando por encima de los rayos que se producen cuando sobrevuela alguna tormenta, estará siendo observado por alguna nave espacial de avanzada tecnología que surque galaxias y vías lácteas buscando criaturas a las que enfrentarse y que seguramente, cuando acierte a divisarlo, lo deje pasar admirándolo…mientras el pájaro negro se aleje velozmente dejando a su paso el rastro de su fulgurante estela.