(EL BLOG DEL CAMAROTE DE BRONTTE).- Hace ya de más de dos años que se produjo el primer ataque a los derechos de los trabajadores en España. Un ataque flagrante que dejaba sin efecto algunos de los derechos fundamentales recogidos en la Constitución y en el Estatuto General de los Trabajadores, norma suprema del Derecho Laboral, utilizando para ello un Real Decreto y saltándose la negociación colectiva, pilar básico para fijar las condiciones laborales que se pactan entre trabajadores y empleadores. Los afectados eran un colectivo que se veía con poca simpatía por parte de la ciudadanía en general. Eran trabajadores con salarios elevados que los convertían en personas con las que pocos se sentían identificados. Poco más se sabía de ellos
En los meses posteriores se orquestó una campaña de desprestigio desde los medios de comunicación que día sí y día también colocaba en la picota a estos profesionales. Fue una auténtica caza de brujas a la que asistían impasibles unos ciudadanos que ignoraban que serían los próximos. Se encontraba normal recortar los salarios bajo la excusa de que eran muy elevados, acortar las horas de descanso, reducir las vacaciones, improvisar los turnos sin aviso previo, recuperar las horas de ausencia y permisos por enfermedad, etc. Fue un auténtico atropello que sin embargo se jaleaba con entusiasmo por parte de una ignorante masa de inconscientes que pensaban que se estaba aplicando algún tipo de justicia laboral contra unos "privilegiados" que cobraban mucho más que ellos. Episodios tan humillantes como mostrar las nóminas de unos trabajadores en televisión o acusarles de cosas tan estrambóticas como el gasto insostenible de Aena por culpa de sus elevados sueldos se convirtió en la noticia con la que nos desayunábamos uno y otro día. Todo era correcto, tenían muchos privilegios, eso tenía que cambiar. Y cambió, claro que sí, a golpe de Real Decreto y mediante la imposición de un laudo tras el episodio más vergonzoso y peligroso de toda la historia de la reciente democracia en España. Pero eso sería objeto de otro artículo.
Asistimos ahora con clara indignación a un nuevo episodio de este periplo en la historia de los derechos laborales en nuestro país. Ante la acuciante y elevadísima tasa de desempleo urge tomar medidas. La situación de paro alcanza cotas tan elevadas que se hace necesario iniciar una reforma laboral. Con el peligroso precedente implantado ya en el caso de los controladores, el Gobierno da un ultimátum a sus interlocutores y aprueba un proyecto de reforma laboral de forma unilateral, una vez rotas las negociaciones con sindicatos y patronal. Abaratamiento del despido, despidos improcedentes por causas justificadas, se facilitan los expedientes de regulación de empleo (ERES) y ahora ya sí, ahora aquellos que celebraban el recorte de derechos hace un par de años, y que ahora sienten vulnerados sus derechos, se revuelven inquietos, asistiendo atónitos a un espectáculo que se les antoja imposible. "No se pueden conculcar impunemente los derechos de los trabajadores. Es preciso negociar con los sindicatos. La ley me ampara y no se puede cambiar arbitrariamente al antojo del que gobierna." Se multiplican los colectivos de "privilegiados", los profesores, los funcionarios, los bomberos, los pilotos, los mineros…hasta llegar a un punto en que el solo hecho de realizar un trabajo se ha convertido en una suerte de privilegio en el país de los casi seis millones de parados.
Ya estábamos avisados, crear un precedente entraña un peligro enorme. Abre la puerta a todo tipo de desmanes, como ha quedado demostrado. ¿Asistiremos en los próximos días, quizá, a la militarización de los médicos y enfermeras de este país, convirtiendo los hospitales españoles en una copia de Mash? ¿Acudirán los bomberos a apagar el fuego acompañados y dirigidos por las fuerzas militares? ¿Entrarán los niños en las escuelas haciendo el saludo militar a sus profesores? ¿Alguien pondría el grito en el cielo, o quizá lo verían lógico y aplaudirían al ministro que ha logrado meter en cintura a estos colectivos rebeldes? ¿Se consentiría al Presidente a día de hoy que se jactara de ello? La finalidad del miedo que nos invade es clara desde mi punto de vista, los trabajadores somos los modernos esclavos del siglo XXI, las marionetas manejadas por un poder establecido sobre el barro de unos cuantos votos que cada vez son menos representativos del sentir del país, por la escasa participación ciudadana en las elecciones. Si de algo puede servir esta reflexión es para crear la conciencia de que todos los trabajadores estamos en el mismo barco; si podemos hablar de privilegiados, éstos son los que manejan los hilos desde arriba, haciendo y deshaciendo a su antojo, provocando divisiones entre nosotros para seguir ocupando su poltrona a la que por cierto han accedido sin demostrar mérito alguno. Y una conclusión importante: NOSOTROS SOMOS MÁS.