Su respuesta a la Ministra de Fomento fue: «Hace tiempo que no pido permiso a mi madre para hacer lo que quiero hacer».
(MACH82) 11 de septiembre de 2013.- Desde el nacimiento de IAG, las manos de su Consejero Delegado, Willie Walsh, son una auténtica podadora. Bueno, lo cierto es que lo son en una sola dirección, la de Iberia, que viene sufriendo de las afiladas cuchillas de Walsh tajos sin cuento en flota, destinos, empleos o condiciones laborales de sus trabajadores, mientras que para la otra parte, British Airways, Willie se reserva un brazo generoso que le proporciona renovación de aviones, crecimiento y aumento del empleo. En este sentido, podríamos decir que cuando mira a Londres, «Willie Manostijeras» se convierte en «Willie el de las Mercedes».
Pero ¿De dónde viene este hombre de tan duales preferencias? ¿Cuál es su pasado?
Willie Walsh fue piloto, y además estuvo en el otro lado de la mesa, el lado de los que tratan de neutralizar las guadañas de las que ahora es tan peritado operario. Fue sindicalista.
Comenzó su carrera como piloto en Aer Lingus, año 1979. Durante esa época fue el principal negociador del sindicato de pilotos, ALPA, con la compañía de bandera irlandesa. De ese periodo es su conocida frase: «Un hombre razonable no llega a ningún sitio negociando», curiosa sentencia que deja entrever el carácter y talante del que más tarde ha venido haciendo gala cuando se ha sentado al otro lado de la mesa. Una declaración de intenciones, aunque algo egocéntrica, pues si bien Walsh ha demostrado que no cree en la negociación, su carácter dista mucho de ser razonable.
En aquel tiempo, estudió un Master de Administración de Empresas en el Trinity College y…voila! pasó a formar parte de la dirección de la aerolínea. El salto, qué duda cabe, se debió muy probablemente a que cursó sus estudios con gran aprovechamiento, y también muy probablemente a todo aquello que hemos visto tantas veces en maniobras parecidas. Cabe recordar cómo Iberia tuvo en su día un Consejero Delegado que antes había militado en el Partido Comunista y había sido director de «Mundo Obrero». Nada nuevo bajo el sol, cabriolas y saltos que, a fuerza de frecuentes, han dejado de ser espectaculares y suelen tener más de subterráneo que de aéreo.
Su ejercicio recortador viene de largo, y no siempre ha sido muy exitoso. En su periplo directivo en AerLingus, trató de implementar aspectos del bajo coste, con la supresión de numerosos servicios a los usuarios. Incluso externalizó el servicio de limpieza de los aviones sin acordarlo con los sindicatos. Al final tuvo que pagar a la empresa privada contratada, mientras que la limpieza era realizada por los propios empleados de Aer Lingus. Un exitazo que, sin duda, justifica sus posteriores ascensos.
Concretamente, en 2005, con su trepada a lo más alto de la cúpula de British Airways. En esta compañía se le conoce por su querencia al conflicto como manera de resolver las diferencias (ya se sabe, un hombre razonable…) y colecciona un buen historial de encontronazos con diferentes sindicatos de la empresa.
Sus capacidades fueron puestas de relieve en 2008, cuando la gestión de la apertura de la T5 de Heathrow supuso unas pérdidas de 16 millones de libras para British Airways. No obstante, ya se sabe que la muñeca de la mano recortadora raramente suele ser tan flexible como para girar hacia uno mismo, y por eso y a pesar del desastre, no renunció a su «bonus» de un millón de libras a finales de ese año.
La compañía que dirige el ex sindicalista tiene actualmente un agujero en sus planes de pensiones de unos 3.300 millones de euros, dato ya conocido en el momento de la fusión. Ello no fue óbice para que nuestro antiguo habitante de barricada convenciera a otros virtuosos españoles de la gestión empresarial para que unieran los destinos de la entonces saneada y rentable Iberia, a los de la sima financiera con alas que es la compañía británica. Suponemos que para conseguir semejante chollo Willie dejaría por una temporada de ser un hombre razonable y se avendría a negociar.
Y en eso estamos, en el logro de un antiguo noble arruinado que ha sabido echarse una novia rica española que alivie sus pérdidas a base de esquilmar el cortijo con el traspaso de las cargas a sus jornaleros. Magia, juego de doble mano, la que recorta al sur y la otra que pasa la cosecha al norte para cumplir con la teoría de los vasos comunicantes. No sólo eso, sino que además nuestro protagonista tiene recursos que extrae de su pasado: cuando la ministra española se quejó (tímidamente y con escasa efectividad práctica, todo sea dicho) del expolio de Iberia, Willie supo sacarse una frase de pana que aún no ha sido contestada ni con las palabras, ni mucho menos con los hechos: «Hace tiempo que no pido permiso a mi madre para hacer lo que quiero hacer».
Como colofón, la reestructuración (vulgo poda) de Iberia está en marcha, la manotijera de Walsh no se para, y su poseedor ya ha declarado que el camino andado hasta ahora en la siega «sólo ha sido el principio». Como premio otorgado a sí mismo, y en no muy desigual medida a sus colaboradores patrios, Willie se embolsará un salario 46 veces mayor de la remuneración media que quiere imponer en Iberia. A todo esto, la madre de la novia española asiste impertérrita al saqueo de la dote de su hija.
Va a ser verdad, ser razonable no conduce a ninguna parte.