El caso, es que al ex-ministro socialista de Justicia Francisco Caamaño no le tembló la voz el pasado martes, cuando en unas declaraciones definió el sistema punitivo español "en general" como uno "de los más duros y severos". En su opinión -y aquí viene lo bueno-, "la demagogia de seguir la cultura de la presión de las víctimas" provoca que el Código Penal esté "inflado" por lo que se refiere a los años de condena. Del mismo criterio es el magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional José Ricardo de Prada, que opina que las condenas a miembros de la banda terrorista ETA son "largas y desproporcionadas".
Por tanto, tenemos a un destacado miembro de la judicatura y a un ex-ministro de Justicia preocupados por el "excesivo" tiempo que pasan en la cárcel viles asesinos condenados a decenas, centenares y hasta miles de años de privación de libertad en aplicación de las leyes que ellos mismos promulgan e imparten.
Lo curioso del asunto, es que ese señor Caamaño es el mismo señor Caamaño que junto al hoy "huído" eurodiputado José "REPSOL" Blanco aseguraba, el 7 de diciembre de 2010, que "sobre los controladores aéreos caería todo el peso de la ley" por haberse convertido en víctimas propiciatorias de aquel maquiavélico gobierno socialista, travestido después en Robin Hood gracias a las famosas recetas de Goebbels y Chomsky, según las cuales es posible manipular a la sociedad convirtiendo en verdad una mentira si ésta se repite mil veces; crear de ese modo un problema antes inexistente para luego solucionarlo a golpe de decreto y fuegos artificiales; y esperar por ello ser aclamado por la sociedad como héroe, perdonarle los pecadillos de su incompetente gestión de la crisis económica y de España, y merecer la recompensa de revalidar el gobierno de nuestra nación después de haber desperdiciado el regalo que, precisamente, le habían hecho unos terroristas seis años antes.
Aunque ese fue el retorcido plan que llevaron a término con éxito, por fortuna no fueron agraciados con el premio.
No voy a repetir aquí la valoración que del "peso de la ley" sobre los controladores aéreos hizo el señor Caamaño a los medios de comunicación aliados aquél día de diciembre de 2010 en los pasillos del Congreso de los Diputados, sede de la soberanía popular, porque todavía hay, gracias a él y al gobierno del que formaba parte, un par de cientos de sus víctimas con la espada de Damocles sobre sus cabezas a la espera de que la justicia española quiera darse cuenta, de una vez por todas, de quiénes fueron los verdaderos culpables de aquellos deleznables hechos.
La facilidad y el descaro con los que el señor Caamaño ha insultado a las víctimas del terrorismo precisamente cuatro días antes de cumplirse el décimo séptimo aniversario del asesinato de Miguel Angel Blanco a manos de la banda terrorista ETA, no deberían quedar impunes, como tampoco debería quedar impune la responsabilidad del gobierno de Rodríguez Zapatero por el cierre del espacio aéreo y la militarización de los controladores aquel inicio de puente del año 2010, en el que secuestraron a más de medio millón de personas con la esperanza de engañarnos a todos.
Me pregunto si ese señor y su camarilla volverán a utilizar la exitosa estrategia de comunicación llevada a cabo contra los controladores para hacernos creer a todos que, en realidad, las víctimas del terrorismo son los propios terroristas.
El problema, es que tanto el señor Caamaño como quienes se dedican con él a calificar de "demagogia" el legítimo deseo de justicia, o a secuestrar pasajeros para recuperar el favor popular, siguen estando aforados, mientras que los otros ni lo han estado ni lo van a estar.
Ese es el problema.