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CASO SPANAIR: “Nos quieren pisar, pero nos van a encontrar de pie y mirándoles a la cara…”

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(ATCPRESS/Teresa Cárdenes) 21 de mayo de 2014.- ¿Cómo será que el sistema caiga sobre ti y te aplaste? Seguramente algo parecido a tener dos hijos de 14 y 18 años, que sus sueños vuelen para siempre dentro de un avión partido en dos junto al Arroyo de la Vega y verte casi seis años después con el alma aferrada a una pancarta, exhibiendo desde la leyenda impresa en una camiseta blanca que ya es hora de que la Justicia haga su trabajo, devuelva la dignidad a las víctimas, identifique a los responsables de tu drama, básicamente para que no vuelva a repetirse sobre el corazón devastado de otra madre, y exija a quien corresponda que cumpla con las familias rotas. Si lo sabrá Margarita Henríquez, vicepresidenta de la asociación de víctimas del JK5022 que, junto a otras madres, otras abuelas y otros tíos, se manifestó este martes a las puertas de Mapfre, en Las Palmas de Gran Canaria, para exigir que ya no haya más dilaciones en el calvario judicial que, en paralelo al personal, soportan desde el 20 de agosto de 2008. Margarita perdió a sus dos hijos, sus dos únicos hijos, en el accidente del avión de Spanair. «Lucho para que las víctimas no se vean indefensas, desde que ocurrió el accidente nos hemos visto pateados por la Justicia». Seis años después aún encuentra fuerzas para esbozar una sonrisa tras la pancarta donde reza 'Mapfre no me cuida', ponerse una camiseta, repartir dípticos y evitar que sus hijos mueran dos veces, primero en aquel maldito avión y ahora en medio del olvido o el descuido de las administraciones, el carpetazo a la reclamación penal en los tribunales y la exasperante lentitud de la Justicia también en la vía civil.

Madres, tíos y abuelas de víctimas del vuelo JK5022 se manifiestan ante Mapfre para advertir a la aseguradora y a la Justicia que no piensan rendirse…

Margarita Henríquez, que perdió a dos hijos de 14 y 18 años: «Desde que ocurrió el accidente nos hemos visto pateados por la Justicia»

Ángeles Piretti, perdió a su hija (33) y a su nieto (2): «Nadie nos protege. Me haré unas camisetas para pedir justicia para nuestros hijos»

Mari Cabrera, perdió a dos hijas (14 y 18) y a un nieto (11 meses): «Intento aferrarme a los buenos recuerdos que ellos me dejaron»

Laly Gil, perdió a su hijo (22) y a su nuera (26): «Aquello fue una masacre y ahora nos están humillando»

Federico Sosa, perdió a su hermana (41), su cuñado (44) y sus dos sobrinos (10 y 3 años): «Mapfre lo único que quiere es darnos una limosna»

ATC Press/TEXTO: Teresa Cárdenes

No habían pasado ni doce horas, pero las familias de la AVJK5022 no descansan. El lunes, por teléfono, a última hora del día, les llegó de Madrid una noticia temida: la suspensión de la audiencia previa al juicio que debía celebrarse este martes en la capital en relación con la reclamación civil a la aseguradora Mapfre en nombre de 31 de las 154 víctimas mortales del accidente de Spanair. La cancelación de la audiencia previa, otro varapalo más en el camino, llevó la consternación y la ansiedad a muchos de los que esperan que la Justicia ponga siquiera un parche a tanto dolor. Obviamente, no hay indemnización económica que pueda compensar la pérdida de un hijo, de un nieto, de familias enteras borradas del mapa. Y no será con dinero como esta gente podrá curar sus heridas. Pero el nivel de su desesperación bordea el límite cuando sienten que alguien juega a la dilación deliberada en los juzgados para ver si se aburren y abandonan. No. El dinero nunca borrará las heridas. Pero hay cifras que ofenden tanto, que casi es como hurgar en ellas. Como que la vida de un menor no valga para la aseguradora ni cincuenta mil euros, o incluso mucho menos.

Ángeles Piretti es una de las abuelas coraje de la AVJK5022. El 20 de agosto de 2008, su única hija, María Eugenia Núñez Piretti, de 33 años, embarcaba en el avión de Spanair con su único hijo, casi un bebé. Jorge, 2 años de edad. Ambos murieron cuando el avión de Spanair se desplomó sobre la pista 36L de Barajas. Desde entonces, la casa de Ángeles, donde ella vivía con su hija y donde cuidaba del pequeño Jorge, se ha quedado vacía. Pero Ángeles, como Margarita, tampoco se rinde, ni siquiera ante la desoladora sensación de que «nadie te protege, ni la Justicia, ni el Gobierno; ellos solo se protegen a sí mismos y todo queda en el olvido». Claro que ella no lo va a permitir. Y ahora, cuando las familias del JK5022 se enfrentan a otra cascada de desencuentros con la Justicia en los tribunales y a no se sabe cuántas maniobras más para dilatar los juicios en la vía civil, Ángeles tiene en la cabeza que se hará unas camisetas con las fotos de María Eugenia y de Jorge donde pueda leerse «Justicia para mis hijos, víctimas de Spanair».

Hay otras fotos que no viajan en una camiseta, pero sí en las carteras de las abuelas. Mari Cabrera tenía dos hijas, Xiomara y Abenauara, de 18 y 14 años de edad, respectivamente, y un nieto pequeñito, Tanausú, de solo 11 meses. El 13 de julio de 2008, Abenauara cumplió 14 años. Su hermana iba a cumplir 19 el 25 de agosto. Cinco días antes, el zarpazo de la muerte se los llevó a los tres, poniendo un final trágico al regalo que los padres de Xiomara y Abenauara les habían preparado para sus respectivos cumpleaños: un viaje a Extremadura para conocer a Yurena, hermana de ambas por parte de padre. Las tres hermanas y el pequeño Tanausú pasaron unos días felices en Extremadura, y allí quedaron como testigos los vídeos y las fotos de aquel primer y único encuentro con Yurena. Hoy, casi seis años después, Mari relata que le queda al menos el consuelo de ver y escuchar las risas de sus hijas en aquellos momentos felices de Extremadura. «Me he quedado con los buenos recuerdos» (ver VÍDEO). Yurena, a su vez, vigila el calendario y el día 20 de cada mes hace un pequeño montaje fotográfico para homenajear en su perfil de Facebook a sus hermanas y al pequeño Tanausú.

Otras sonrisas viven también en otra foto: la que exhibe Laly Gil de su hijo, Marcos Hernández Gil (22 años) y su recién estrenada esposa, Yaiza Medina (26). Aquel 20 de agosto volvían a Gran Canaria, pero Madrid había sido solo una escala de otro viaje mucho más largo, el que realizaron a Las Vegas, en Estados Unidos, donde se casaron aquel mismo verano. Laly también conserva el aplomo suficiente para llenarse de valor e ir junto con las otras familias a manifestarse ante la sede de Mapfre. Pero allí no oculta ni su dolor ni su indignación. «Lo que nos duele es la humillación, porque nos están humillando» (ver VÍDEO).

Cada camiseta con el lema 'Mapfre no me cuida' aloja detrás un corazón destrozado y una historia. Pero también las mil y una estaciones del particular calvario que le ha tocado vivir a las familias del JK5022, a veces con tintes directamente surrealistas. Este lunes, las tres personas que han ostentado a lo largo de casi seis años la presidencia de la AV JK5022, Federico Sosa, María Saleta y Pilar Vera, tuvieron que volver a sentarse por cuarta vez en el banquillo a consecuencia de una acción de quien fue hasta junio de 2009 abogado de la asociación, Alberto Hawach. En este caso, por una reclamación de 6.000 euros de compensación por daños al honor formulada por Hawach, que la Fiscalía pidió el lunes desestimar y está ahora pendiente de una sentencia del juez Juan José Cobo Plana (Civil 10 de Las Palmas).

Menos de 24 horas después de sentarse en el banquillo, Federico estaba este martes junto a Margarita, Mari, Laly, Ángeles y otros familiares de las víctimas del JK5022 en las puertas de Mapfre en Las Palmas de Gran Canaria, manifestándose por la mañana en la capital, y preparando otra protesta que se proponían realizar por la tarde ante las puertas del aeropuerto de Gando. Federico no podía ocultar hoy su «rabia» ante la suspensión a última hora de la audiencia previa de Madrid. «Una vez más Mapfre se sale con la suya. No quieren resarcir económicamente el dolor de la ausencia, el horror que vivimos en Madrid aquellos días, y lo único que quieren darnos es una limosna».

En el caso de Federico Sosa, el dolor tiene cuatro nombres: el de su hermana María del Carmen Sosa (41 años), el de «mi amigo del alma» Pedro Pablo Alonso Marrero, que acabó siendo su cuñado, y el de sus dos sobrinos, Jorge, de 10 años, y Miguel, «que tenía 3 años y 355 días, porque diez días después iba a cumplir 4 añitos». Los cuatro habían viajado a Guadalajara ese agosto de 2008 para pasar las vacaciones junto a la familia de otro niño de la edad de Miguel. Los dos pequeños se habían conocido en circunstancias muy especiales y sus padres quisieron celebrar sus progresos con unas vacaciones compartidas. Como en el caso de Xiomara y de Abenauara, la familia de Guadalajara también pudo conservar las fotos y los vídeos de aquel verano inolvidable que se truncó trágicamente sobre la pista 36L de Barajas.

El lunes, Federico había relatado ante el juez Cobo porqué razón dimitió como presidente de la AVJK5022 después de cesar al abogado Hawach por «total pérdida de confianza». Tuvo que contestar no menos de veinte preguntas del abogado del demandante en medio de una escena manifiestamente surrealista. Apenas unas horas después, volvió a enfundarse la camiseta y cogió una pancarta, esta vez ante las puertas de Mapfre. Por Mari Carmen, por Pedro Pablo, por Jorge, pero sobre todo por Miguel, que «era un valiente, la persona que probablemente más me ha enseñado en la vida y que siempre le regalaba a todo el mundo una sonrisa».

Y por todos ellos advierte: «Nos quieren pisar, pero nos va a encontrar de pie y mirándoles a la cara».

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