Alba Sanz/Aviación Digital, Sp.- La bielorrusa Svetlana Alexiévich no se equivocó al titular uno de sus libros más célebres como «La guerra no tiene rostro de mujer». Esta periodista, galardonada con el premio Nobel de literatura en el 2015, se dedicó a recopilar en este bestseller testimonios de mujeres que habían servido al Ejército Rojo durante su juventud en el contexto de la II Guerra Mundial. En él, todas coincidían en el mismo punto: una vez combatieron, sus hazañas fueron tapadas y olvidadas por una sociedad que todavía no estaba preparada para incluir a la mujer en el contexto bélico.
Tal vez por eso a la sociedad no le suenen los nombres de Polina Guelman, Irina Rakobolskaia, Raísa Arónova o Lilya Litvyak. Ellas, como muchas otras, formaron parte de los regimientos femeninos de combate aéreos que se crearon en el año 1941 ante las incesantes ofensivas nazis que se estaban librando por tierra, mar y aire.
Las mujeres del Ejército Rojo
Todo comenzó gracias a la amistad que la célebre aviadora Marina Raskova, primera mujer conocida en la Unión Soviética por haber recorrido la distancia entre Moscú y el Lejano Oriente sin escalas, mantenía con Iósin Stalin. Tras la invasión nazi en la antigua Unión Soviética conocida como la «Operación Barbaroja”, Stalin decretó una orden que permitía por primera vez a las mujeres alistarse a la guerra con el fin de reclutar a todo el personal posible.
En total, más de un millón de mujeres acudieron a la llamada y se alistaron como francotiradoras, zapadoras y conductoras de carros de combate. Sin embargo, el combate aire-aire también necesitaba de refuerzos y fue por esta razón y gracias a la insistencia de Raskova que Stalin permitió crear tres regimientos femeninos de combate aéreo: la división 586, la división 587 y las temidas aviadoras del Regimiento 588 de Bombardeo Nocturno.
Llamadas como «Las brujas de la noche (Nachthexen)» por los nazis, «hechiceras» para los franceses y «hermanitas» para los compañeros soviéticos, un total de 115 mujeres voluntarias que comprendían las edades de entre los 17 y los 22 años se pusieron a los mandos de los antiguos Polikarpov 2, unos biplanos de los años veinte que fueron empleados en su momento para realizar tareas de fumigación y entrenamiento.
Polikarpov 2 contra la Luftwaffe
En solo seis meses estas mujeres recibieron un rapidísimo entrenamiento que consistía en aprender técnicas de combate, pilotaje y supervivencia. Tras recibir el entrenamiento, estas «brujas» se cortaron las trenzas para parecerse a sus compañeros y acomodaron su cuerpo para poder rellenar los uniformes militares diseñados exclusivamente para los hombres.
El 12 de junio de 1942 los Polikarpov 2, que no contaban con mapas, ni radios y tenían la cabina abierta, se enfrentaron por primera vez a la Luftwaffe. Dos años después estos biplanos pudieron ser equipados con ametralladoras ya que hasta ese momento los aviones no tenían la capacidad de disponer de una bodega para almacenar las bombas, por lo que los dos únicos artefactos explosivos que podían transportar iban apoyados en el regazo de las aviadoras.
La forma de operar de este escuadrón no tardo en hacerse conocida. Y es que tras volar a una altura de tres mil metros y a 120 kilómetros por hora, las aeronaves eran difíciles de detectar y más aún por la noche (momento en el que salían). Así, este escuadrón atacaba siempre en grupos de tres: dos actuando como señuelos y la tercera apagaba el motor para planear lentamente y desde allí lanzar las bombas a los objetivos. Según los nazis, el ruido que hacían similar a una escoba fue el motivo por el que decidieron apodarlas «brujas».
Su historia comenzó a conocerse después de que la investigadora rusa Lyuba Vinogradova, recogiese en su libro Las brujas de la noche (Pasado y Presente) los testimonios de las mujeres que formaron parte de este escuadrón.
De acuerdo con la obra, a pesar de su calidad en el campo de batalla, las aviadoras tuvieron que hacer frente a las burlas de sus compañeros y al acoso. Sin embargo, esto no las freno para seguir adelante derribando a su enemigo. Tanto es así que Hitler llegó a otorgar las distintivas cruces de hierro a aquellos alemanes que fuesen capaces de derribar a una «bruja».
«¡Querida, has derribado un Heinkel!»
La ferocidad de la batalla y los escasos recursos con los que contaba hizo que el escuadrón nocturno perdiese a 32 de sus aviadoras. Sin embargo, 27 de las mujeres que consiguieron salir con vida fueron galardonas con el prestigioso título de Héroe de la Unión Soviética.
En cuanto a las victorias y gracias a la obra de Vinogradova, la emoción de la mecánica de la aviadora Lera Khomyakova consiguió quedar plasmada en la historia tras espetarle un «¡Querida, has derribado a un Heinkel!» cuando Khomyakova aterrizó su aeronave. Días después Khomyakova fue derribada y su cuerpo fue encontrado en un campo de girasoles.
El 4 de mayo de 1954, las «brujas» realizaron su último vuelo. Hasta ese momento, habían llevado a cabo un total de 30.000 misiones, y se cree que llegaron a lanzar sobre los nazis alrededor de 23.000 toneladas de bombas.
Tras el fin de la contienda, las aviadoras fueron excluidas de la celebración del «Día de la Victoria» en Moscú y algunas de ellas nunca fueron homenajeadas. Hoy en día es gracias al trabajo de investigadoras y escritoras por el que podemos conocer la historia de estas mujeres, que, aunque siguen manteniéndose alejadas del discurso, demostraron que la guerra no es solo un campo de hombres, además de dejar plasmado su importante papel en el campo de batalla trayendo esperanza en un momento en el que no existía.