Former A380 Captain at Emirates
Fermin Basanta, Aviaciondigital.- Mucha gente sabe que los pilotos vamos de vez en cuando al simulador a entrenar unas cuantas maniobras. Lo que la inmensa mayoría ignora es lo que hacemos allí dentro y, más importante aún, para qué sirve.
Lo normal es que esas visitas al simulador te las programe tu compañía aérea dos veces al año, durante dos días consecutivos. Es decir, suelen ser 4 sesiones al año de 4 horas de duración (algunas compañías programan incluso una o dos sesiones adicionales). Para cada una de esas sesiones hay que acudir una o dos horas antes (dependiendo de la compañía) a una sala adjunta para hacer, junto con el instructor que dirigirá la sesión, un briefing completo de lo que se va a practicar durante esas cuatro horas. Y al terminar, se suele programar una hora adicional de debriefing, en la que se analizará cómo ha salido todo.
Dentro del simulador se practica prácticamente todo lo que puede llegar a ocurrir dentro de un avión. Por supuesto se practican las maniobras habituales de despegue, aproximación y aterrizaje en todas las condiciones posibles: desde día apacible sin viento, pasando por escenarios nocturnos, aeropuertos con niebla, reduciendo la visibilidad hasta no ver nada y tener que aterrizar sin visibilidad de manera automática, fuertes vientos cruzados y racheados, tormentas, nieve, granizo, etc.
También se ensayan esas mismas maniobras con todo tipo de fallos técnicos del avión: fallos de comunicaciones, fallos eléctricos que desconectan o dan señales erróneas a los ordenadores de a bordo, fallos hidráulicos o mecánicos que reducen la maniobrabilidad del avión, pérdidas de combustible, fallo de uno o varios motores, o incluso fuego en diferentes partes del avión, que obliga a aterrizar en el menor tiempo posible antes de que el fuego consuma el avión casi por completo y lo vuelva ingobernable.
Dependiendo de la sesión que sea, a veces se ensayan determinadas maniobras, una detrás de otra, pero a veces lo que se hace es que se programa la simulación de un vuelo concreto, como por ejemplo Madrid-Barcelona, y la tripulación realizará ese vuelo como si fuera la vida real, y ese fuera su vuelo en ese día. Y entonces, durante ese vuelo simulado, en diversos momentos, y sin que la tripulación sepa en ningún momento lo que va a ocurrir, el instructor que dirige la sesión irá introduciendo una serie de fallos técnicos, condiciones meteorológicas adversas, o situaciones puntuales que dificulten la realización del vuelo, con el objetivo de comprobar cómo esa tripulación es capaz de lidiar con todos esos problemas y realizar su vuelo de manera segura y efectiva. Ahí nos podemos encontrar, además de todos los casos mencionados anteriormente, con problemas con un pasajero violento y agresivo, con la incapacitación de uno de los dos pilotos (para que el otro demuestre que puede hacerlo todo él solo), o con una amenaza de bomba a bordo.
Todas estas situaciones y maniobras se ensayan en el simulador, para que en el lejano e improbable caso de que algo parecido llegue a ocurrir en la vida real, todos los pilotos estén preparados para resolver cualquier problema de la manera más segura, eficiente y profesional posible. Sin duda todo el mundo estará encantado de escuchar que sus pilotos están tan bien preparados.
Sin embargo, hay una cosa que convierte esas sesiones en algo más que un simple, aunque muy útil entrenamiento. Y es que, además del puro entrenamiento, cada una de esas sesiones es valorada por parte del instructor, y una vez terminado el debriefing, hace un informe de cada uno de los dos pilotos que han participado en la sesión, valorando su rendimiento en aspectos como sus conocimientos, manejo del avión, comunicación, liderazgo, toma de decisiones, trabajo bajo presión, etc., para finalmente poner unas notas que dirán si el candidato ha aprobado o suspendido la sesión.
Porque sí, no solo es un entrenamiento, sino que también es un examen. Y el instructor/examinador, que suele trabajar para la misma compañía que los pilotos que están siendo examinados, no solo les examina de cara a su propia empresa, él ha sido delegado por la autoridad aeronáutica nacional (en España es AESA, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, dependiente del Ministerio de Fomento) para que esa calificación llegue directamente a la autoridad aeronáutica, y en función de si ese piloto ha aprobado o suspendido su examen de simulador, éste podrá continuar volando normalmente, o por el contrario su licencia será “congelada” y no podrá volver a operar otro vuelo hasta que pase satisfactoriamente otra prueba de simulador.
los pilotos son el único colectivo profesional que es examinado regularme por el Estado para poder ejercer su profesión
El hecho de que este entrenamiento en el simulador sea también un examen supervisado por una agencia gubernamental no es malo en sí. Hace bien la autoridad en asegurarse de que todos los pilotos cumplen con unos estándares mínimos para poder operar un avión de manera segura. Pero desde luego lo que sí es, es discriminatorio, porque (que yo sepa, y al menos en España), los pilotos son el único colectivo profesional que es examinado regularme por el Estado para poder ejercer su profesión. Y hay otras muchas otras profesiones tan delicadas como la de los pilotos, que tienen tantas vidas en sus manos, si no muchas más.
Un cirujano no es examinado regularmente por el Estado para poder operar; una vez aprobada su oposición, dependerá de él si al cabo de varios años sigue teniendo los conocimientos actualizados y la destreza necesaria para seguir operando, nadie le va a examinar. Pero tampoco a un capitán de barco, ni a un conductor de tren, ni a un arquitecto, un ingeniero, un juez o un directivo de una empresa, y mucho menos a un político… Tan solo algunas profesiones se tienen que examinar regularmente de su condición física, como los controladores aéreos, por ejemplo, que tienen que pasar un examen físico anual para renovar su licencia… al igual que los pilotos.
Pero esto no es una queja, los que llevamos muchos años en esto estamos más que acostumbrados. Pero quería que conocierais la presión que siente un piloto cada vez que va a pasar esas pruebas de simulador. Porque de cada una de ellas va a depender que pueda seguir ejerciendo su profesión.
Así que cada vez que uno entra al simulador, no solo tiene que enfrentarse a cada una de las perrerías que le tiene preparado su examinador ese día, tiene que ser capaz de lidiar también con la presión de las posibles consecuencias de un rendimiento por debajo de lo esperado. Y aún así, a pesar de la suma inverosímil de escenarios raros, poco probables y muchos de ellos altamente peligrosos y estresantes, la inmensa mayoría de los pilotos son capaces de resolver cada uno de esos problemas de una manera calmada, profesional, y segura. Afortunadamente, son escasísimos los casos en que un piloto no aprueba su examen en el simulador, y tiene que recibir adiestramiento adicional antes de poder pasar la prueba satisfactoriamente.
La RAE define la palabra Resiliencia como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
Es decir, desde muchos años antes de que la palabrita se pusiera de moda, o incluso de que supiéramos que había una palabra que definía lo que hacíamos nosotros cada vez que nos metíamos en el simulador, todos los pilotos ya estábamos siendo resilientes. Porque cuando estás ahí metido, con la presión que eso conlleva, y comienzas a tener un fallo tras otro, y la situación se complica cada vez más, la única manera de continuar haciendo tu trabajo de manera segura y profesional es siendo resiliente. Siendo capaz de adaptarte a agentes, estados y situaciones adversas, para poder llevar el avión de una manera segura a su destino.
O sea, que los pilotos tenemos una larga trayectoria de entrenamiento en resiliencia, y es una característica que a la mayoría de nosotros nos sale de manera natural.
Y todo esto lo cuento porque, por culpa del Covid-19, el año 2020 ha sido desastroso en muchos sectores y ámbitos laborales, pero para la aviación ha supuesto el peor año de su historia. Muchas compañías aéreas han cerrado, otras han reducido drásticamente su operación y sus flotas de aviones, por lo que han tenido que despedir a partes muy importantes de sus plantillas, y alguna que otra de momento está aguantando el tirón, pero con los ojos puestos en el futuro a corto y medio plazo, porque saben que su capacidad económica en un mundo en que la gente (de momento) prácticamente no viaja en avión, no puede dar mucho más de sí, y puede que tengan que tomar medidas más drásticas.
Así que, por desgracia, hoy en día hay más pilotos en el paro que nunca antes. Está lleno de grandísimos profesionales, altamente cualificados, y con una experiencia extraordinaria, que lamentablemente son incapaces de encontrar trabajo de piloto en ninguna parte del mundo. No sabemos si, cuando llegue la vacuna, tardará más o menos tiempo en recuperarse la economía mundial, pero lo que sí que está claro, es que la aviación tardará muchos años en volver a acercarse a lo que era antes del Covid-19. Con lo cual muchos de esos grandes profesionales que se encuentran sin trabajo, son conscientes de que tardarán unos cuantos años en poder volver a encontrar un trabajo de piloto, si es que alguna vez lo encuentran.
Pero esa resiliencia que llevamos metida en el ADN hace que no haya un solo piloto en paro que conozca (y conozco a muchos), que se haya quedado lamentándose por su desdicha, encerrado en su casa depresivo y sin saber qué hacer.
Desde el día siguiente a ser despedidos, la inmensa mayoría ya estaba discutiendo cuales eran las mejores opciones para buscar el avión que les diera una mayor opción de seguir volando, o buscándose la vida para ver cómo se podían reciclar (temporal o definitivamente) en cualquier otra profesión que no sea volar aviones. Por supuesto, siempre hay un shock inicial, y un tiempo de adaptación a la nueva situación, pero esa resiliencia que nos caracteriza, hace que no nos quedemos parados. Que nos movamos en cualquier dirección, pero con una gran capacidad de adaptarnos a este agente perturbador y a esta situación tan adversa.