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abril, sábado 20, 2024

80% de los accidentes aéreos se deben a factores humanos

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(MIAEROLINEA.com) En los últimos años nadie puede negar los avances tecnológicos y de estructura que han tenido las aeronaves. La masificación de la aviación como medio de trasporte cada vez más accesible a los ciudadanos, ha provocado una demanda creciente año tras año a nivel mundial por la que es considerada no solamente la manera más rápida de trasladarse sino estadísticamente la más segura.

Sin embargo, tal es su nivel de seguridad que en cualquier parte del mundo escandaliza un accidente aéreo, mientras que en el trasporte terrestre es tan común que ya solo aquellos de gran envergadura o impacto aparecen en las noticias.


Un accidente aéreo ocurra donde ocurra por más pequeña que sea la aeronave o el número de víctimas, se vuelve una noticia de interés mundial. Su impacto en la percepción del usuario es trascendental para el servicio.

Mientras vemos cómo se optimizan los sistemas de seguridad por parte de los fabricantes, minimizando los riesgos, contrariamente vemos cómo el factor humano se ha vuelto cada vez más una causa relevante en la cadena de eventos que desencadenan los desastres aéreos siendo en un 80% la causa final en los accidentes de los últimos 10 años.

La inadecuada preparación de los vuelos, el incumplimiento de normas elementales, no realizar los servicios periódicos para el mantenimiento de las aeronaves y ejercer funciones o actividades sin las habilitaciones necesarias son cada vez más comunes en los informes de los accidentes aéreos a nivel mundial.



Todo está normado

El fabricante emite el manual del avión, los organismos veladores las normas, leyes y controles, el explotador su manual operativo acogiendo todo lo anterior más el criterio gerencial y laboral de la empresa. Entonces, ¿dónde está la falla?

Si con ética, profesionalismo y responsabilidad se acataran las reglas y normas por cada uno de los que integran el personal de todas las áreas que hacen posible la prestación del servicio aéreo, la posibilidad de revertir la cantidad de accidentes sería significativamente grande.

En cualquier actividad humana los riesgos están presentes, pero estos están calculados y previstos dentro de los márgenes aceptables y ante una actividad tan regulada como la aviación deberían de ser identificados rápidamente en la cadena antes de que superen los márgenes y ocasionen tragedias.

No hay que ser un experto en investigaciones aéreas, abundan los programas televisivos sobre catástrofes de aeronaves donde encontramos frecuentemente, entre otras situaciones, tripulaciones altamente experimentadas causando accidentes por el exceso precisamente de confianza en la cotidianidad de su labor. Pero a esto hay que sumarle en otros casos la irresponsabilidad de los criterios operacionales de aerolíneas que por mantener el comercio y ganancia económica sacrifican las vidas más inocentes del proceso y gracias a quienes su negocio está en pie: los pasajeros.

La cuota de responsabilidad es compartida cuando nos hacemos partícipes silentes de la excepción de la norma. Cuántas veces he escuchado en estos años de trabajo en siniestros aéreos decir a familiares de la tripulación: «él decía que esos aviones tenían problemas», «siempre nos decía que la empresa los obligaba a volar o los botaban»… y por aquello que la aviación es pasión prefirieron alzar vuelo antes que alzar la voz y quedar con los pies en la tierra, aun cuando al final pagaran con su propia vida arrastrados por el silencio absoluto.

Tripulantes de cabina que constantemente me dicen que vuelan con el corazón, pero en la boca, de los interminables cuentos de fallas en los aviones y faltas de parte de las aerolíneas, de evitar reportar para no parar un vuelo que se debe cumplir «nadie quiere quedarse a mitad de una ruta» aunque irónicamente para otros jamás se llegue a completar.

Cultura, costumbre, miedo, falta de ética o profesionalismo, pero al final es la desvalorización de la propia vida humana. Resulta hasta irónico pensarlo cuando es una realidad que se vive día a día. Ojalá esa costumbre se pierda y se rescaten los valores personales y profesionales. Un mínimo cambio de actitud de prevención puede ser lo que evite un siniestro aéreo. Nosotros, los de este lado, los que vamos en los asientos solo pedimos un poco de buena voluntad a todos aquellos que tienen responsabilidades en sus manos a la hora de que levante vuelo una aeronave. Así se evitarán errores, descuidos, negligencia, inobservancia, imprudencia o deficiencia en sus labores diarias.

Nadie busca iniciar un vuelo fatal, pero un solo eslabón que se evite en la cadena de eventos evitaría perdidas humanas. Entendamos la responsabilidad de que ese eslabón está en tus manos, amigo de la aviación. Dejemos a un lado el «a mí no me va a pasar» y usemos el «puede pasarme» como frase a la prevención entendiendo que vivimos en un mundo donde el caos es la norma. !Todos queremos un Vuelo Seguro!
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