Mientras el Estado se gastaba miles de millones de euros en construcciones inútiles, una vez cortada la cinta de inauguración y hecha la foto, estas instalaciones se convierten en otra boca que alimentar por el dinero público: se suman subvenciones a las aerolíneas, estudios para desarrollar medidas para atraer al turismo, mantenimiento de esos espacios inhabitados. Y todo esto para que después de un gasto innecesario el aeropuerto no haga sino acumular polvo e indignación ciudadana.
Esto es justo lo que ha pasado en el aeropuerto de Castellón, sólo que allí celebraron su inauguración «a la luz de las velas» y antes de obtener los permisos que lo convirtieran de verdad en un aeropuerto. Probablemente el presidente del Consell, Francisco Camps, y el expresidente de la diputación, Carlos Fabra, tuvieran tanta prisa por recorrer las magníficas instalaciones antes de la celebración de las pasadas elecciones municipales y autonómicas que olvidaran que no se puede vender la piel antes de matar al oso.
Ayer, casi cuatro meses después de la inauguración, el aeropuerto estrenaba suministro eléctrico y pudo comenzar las primeras pruebas de los sistemas de vuelo. Parece ser que en esta ocasión alumbrar las caras de los políticos cuando los fotógrafos les enfocaban era más importante que iniciar los sistemas de seguridad y demás equipos, pero para facilitar el trabajo a los periodistas que acudieron al evento Aerocas dispuso de un generador que ha seguido funcionando hasta hace unas horas.
Mientras tanto se prevé la apertura al público para diciembre de este año o enero de 2012 ya que en noviembre comenzarán las negociaciones con las compañías de bajo coste, que la sociedad pública Aerocas pretende subvencionar para que lleven turistas a Castellón.
Quizá la Administración aún no se ha dado cuenta de que para justificar tales proyectos hay que contar con previsiones de que estamos ante un enclave de turismo a explotar o bien que resultará un negocio rentable, y no construir a ciegas por si hay suerte y nuestra preciosa terminal a estrenar atrae miles de personas, o bien ponerle el dinero sobre la mesa a compañías low cost y esperar que si pasado un tiempo éstas no cumplen objetivos y se acaban las subvencionen ocurra lo mismo que pasó con Ryanair en Reus.
La gente no viaja a los aeropuertos para comprobar la magnífica arquitectura sobre la que se asientan. Los aeropuertos son lugares de paso no museos y como tal necesitan personas que quieran pasar por ellos. Esta sensatez es la que ha faltado en los planes de desarrollo de cada uno de esos nuevos colosos españoles.
Otro de los ejemplos que lo evidencian es la ampliación del aeropuerto de León abierta al público en octubre de 2011. Las nuevas obras no han ayudado a relanzar la actividad del aeródromo que perdió alrededor de 55.000 pasajeros en el período comprendido entre 2007 a 2009, antes que se pusiese en marcha la ampliación. En los seis primeros meses de este año se ha registrado un 7,5 % menos de viajeros sobre el mismo período del año anterior, alrededor de 37.104 usuarios, 1.421 de ellos con destinos internacionales.
Ante esta sangría los políticos que antes se preocupaban por un diseño que estuviera a la altura de sus municipios ahora buscan fórmulas para que los aeropuertos recién estrenados no se conviertan en monumentos dedicados al despilfarro y a la mala gestión.
Para relanzar el aeropuerto de Jerez se está estudiando la creación de un Comité de Ruta Aérea que una a las distintas administraciones públicas y al sector empresarial para que se puedan tomar decisiones acordes a los intereses de ambos y promover una acción más competitiva que aumente el tráfico aéreo y asiente la viabilidad del aeropuerto. La portavoz adjunta del grupo parlamentario socialista, Mamen Sánchez y el presidente de la comisión de Fomento, Salvador de la Encina, ambos diputados por Cádiz, van a solicitar a Fomento que estudie el caso. En él estarían representados el Gobierno Central, el Autonómico, la Diputación, Ayuntamiento de Jerez y el sector empresarial.
Otra de las soluciones podría ser una de las planteadas por el secretario general de CiU, Josep Antoni Duran, para el aeropuerto de Alguaire (Lleida). Según él no tiene "ningún tipo de futuro" para pasajeros y se podría apostar por reorientar su función actual y transformarlo en una infraestructura de carga y de carácter deportivo para que sea rentable.
Ante esta nueva realidad, en la que se siguen sucediendo los estrenos de nuevas terminales y se comprueba que pasan a engrosar la lista de aeropuertos fantasmas, es necesario replantearse la utilidad de los proyectos y el gasto innecesario que se ha llevado a cabo, con el fin de buscar una alternativa que le de sentido a tal despropósito. Ahora toca arreglar lo que antes no hicimos bien.