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abril, jueves 18, 2024

La destrucción del An-225: el fin del sueño del Burán

En medio de una invasión absurda y sangrienta, ha sido aniquilado para siempre el sueño del An-225 y del programa Burán. Un final triste para un proyecto que prometía demostrar que el cielo no es el límite.

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Daniel Marín, Eureka.- En junio de 1989 los asistentes al famoso festival aeronáutico de Le Bourget, en los alrededores de París, se llevaron una grata sorpresa. Entre las numerosas aeronaves que participaron en el festival se encontraba un invitado muy especial: el transbordador espacial Burán a lomos del Antónov An-225, el avión más pesado creado por la humanidad.

El espectáculo era impresionante. Con seis turboventiladores, el An-225 era un auténtico gigante, bastante más grande que los dos Boeing 747 SCA (Shuttle Carrier Aircraft) usados por la NASA para transportar sus transbordadores de costa a costa de los Estados Unidos.

Sin embargo, a diferencia de los SCA, el An-225 era un recién llegado. Apenas había realizado su primer vuelo el 21 de diciembre de 1988, solo unos meses antes. Hasta ese momento, la Unión Soviética no había podido mover por los aires un transbordador del programa Burán completo.

Efectivamente, el programa Energía-Burán, originado a mediados de los años 70 como la respuesta soviética al programa shuttle estadounidense tuvo pronto que enfrentarse al mismo problema que había aquejado el desarrollo del cohete lunar N1: cómo transportar las enormes piezas del cohete Energía y las lanzaderas del transbordador Burán hasta el cosmódromo de Baikonur.

El resto de lanzadores utilizaban la extensa red ferroviaria soviética, que imponía límites en el diámetro máximo que podían tener los lanzadores debido a los túneles y otras consideraciones de seguridad de la carga. Por este motivo, si se quería lanzar un cohete con un diámetro superior a los 4,5 metros había que tirar de imaginación.

Por ejemplo, la primera etapa del cohete Protón se diseñó con seis tanques de combustible —hidrazina— alrededor de un tanque central de oxidante, de tal forma que, aunque el diámetro de la etapa era de 7,4 metros, todos los elementos podían ser enviados por separado en vagones de tren hasta Baikonur sin dificultades. Para seguir leyendo pulse aquí.

SourceEureka
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