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octubre, viernes 4, 2024

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Entre la complacencia o autocomplacencia y la flagelación o autoflagelación, se encuentra la crítica o autocrítica; y ahora, más que otras veces, es necesaria la crítica y la autocrítica. Por ello y después de un intenso debate en el equipo de Las mentiras de Barajas, con posiciones distantes y muy encontradas, decidimos escribir un artículo de opinión dejando a un lado las pasiones y exponiendo y expresando razones sobre opiniones y análisis de realidades.

Analizamos los hechos y la actuación de los distintos colectivos implicados, actores y espectadores: controladores, AENA, resto de colectivos del sector de la aviación comercial, gobierno, partidos políticos, organizaciones empresariales y sindicales, medios de comunicación (distinguiendo entre audiovisuales y escritos), afectados directos, organizaciones de consumidores y ciudadanía en general.

En la búsqueda de un titular que recogiera todas las opiniones y sensibilidades más que la mera descripción de los hechos, y que decidimos dejar para el final una vez finalizado el artículo, coincidimos en que así no se hacen las cosas. Así no es el espejo en el que se reflejan razones, pasiones, hechos y la actuación de los implicados.

Fue en marzo de 1999 cuando se publica en el BOE el primer convenio colectivo de los controladores, en el que se establece una jornada laboral de 1200 horas anuales, la autorregulación de su trabajo, el compromiso de incremento de plantilla en función de las necesidades y las horas extras. Desde entonces y hasta ahora la plantilla de controladores se mantiene más o menos estable, a pesar de las previsiones y promesas de incremento de las mismas. Es la falta de controladores el origen del conflicto. El tráfico aéreo crece, se abren nuevos aeropuertos o se amplían los existentes, y incremento de la carga de trabajo se cubre con horas extraordinarias generosamente retribuidas. Según caducan los sucesivos acuerdos de prolongación de jornada, AENA y los sindicatos los prorrogan, al tiempo que se suceden pequeñas escaramuzas sin mayor trascendencia operativa y mediática, y que se solucionan con parches, como incrementos de horas extras y de productividad; entendiendo por productividad menos controladores para el mismo trabajo. Y así todos contentos, pero sin solucionar el problema principal: la plantilla permanece estable.

Los acontecimientos se precipitan cuando desde el gobierno se baraja la opción de privatizar AENA y a la vista de la ingente deuda que arrastra, consecuencia de un proceso de inversiones poco productivas en aeropuertos para satisfacer delirios autonomistas y sobre todo por la ampliación de los Aeropuertos de Madrid-Barajas y El Prat de Barcelona. De los 13.000 millones de euros declarados de deuda, 7.000 corresponden a la ampliación de Madrid-Barajas. Esta obra faraónica ha supuesto en términos operativos reales pasar de las 75 operaciones a la hora a las 90; todo un prodigio de incompetencia técnica y empresarial, porque las supuestamente declaradas 120 son un sueño inalcanzable si no quieren provocar un accidente de dimensiones bíblicas por los problemas declarados, y reconocidos por AENA, de interferencias entre pistas. A pesar de la deuda siguen adelante con nuevas obras y gastos de dudosa utilidad pública (como la reciente fiesta de inauguración de la nueva terminal en el Aeropuerto de Málaga).

A finales de 2009, acosado por la idea de la privatización, su incompetencia y la de sus antecesores desde 1999, el ministro Blanco, con su gran amigo el presidente de AENA, Juan Ignacio "Pato Donald" Lema Devesa, como ariete, comienza una campaña de acoso y desprestigio al colectivo de controladores al que tildan ante la opinión pública de privilegiado, insolidario, y todos los descalificativos imaginables en boca de un iletrado. Acusan a los controladores de ganar mucho, en tiempos de crisis, y boicotear las horas extras. El problema de fondo persiste: faltan controladores y los que hay tienen que sacar todo el trabajo adelante. Blanco lo soluciona ampliando la jornada laboral, reduciendo horas extras, convocando plazas exprés y amenazando con traer controladores extranjeros y militares.

Los controladores presionan y amenazan con una convocatoria de huelga. Tras realizar, desde el inicio, una campaña de comunicación tan ineficaz en la estrategia como incomprensible en el mensaje, se ponen a la opinión pública en contra, que les culpa de cualquier pequeño retraso o inconveniente. Situación que es aprovechada por AENA, las compañías aéreas y asociaciones empresariales para responsabilizar a los controladores de sus ineficiencias e incompetencias.

El año se acaba y con él la jornada decretada, lo que es poco inteligente y nada astutamente utilizado por los controladores para forzar un nuevo pulso al gobierno, que decreta una ampliación encubierta de la jornada laboral. La ecuación es sencilla: a más horas que trabajar, si el número de trabajadores permanece constante, entonces cada trabajador debe asumir más horas, por lo civil o lo militar. Los controladores responden con la baja y ausencia masiva de sus centros de trabajo, se cierra el espacio aéreo español en el inicio del puente de la Constitución y la Inmaculada y el caos se apodera de España.

El gobierno responde declarando el estado de alarma y se restablece el control aéreo. Se estima en unos 650.000 los usuarios afectados, otras tantas ilusiones rotas y un país entero en contra de un colectivo que desarrolla una actividad tan importante como poco reconocida socialmente.

La ciudadanía española sociológicamente sigue anclada en el siglo XIX y cuando las cosas se tuercen exige mano dura y medidas ejemplares, contra los excesos de los demás, y la actuación del ejército o las fuerzas de seguridad a las primeras de cambio. Esta propensión social es inherente al espíritu patrio y es la constatación de que percibimos el poder civil como estructuralmente incapaz. El poder civil emana de cada ciudadano, por lo que implícitamente reconocemos nuestra propia incapacidad para, como sociedad civil, llevar las riendas del país. Un ejemplo: La creación de la UME, la Unidad Militar de Emergencias, es la demostración fehaciente de que los medios profesionales civiles son incapaces de resolver situaciones de emergencia y por eso se recurre a los militares, por considerarlos mejor preparados y dispuestos. Lo que vemos como acierto es la constatación de un fracaso colectivo.

Hasta el jueves a los controladores sólo se les podía reprochar la defensa de sus condiciones laborales y, como indicamos antes, una campaña de comunicación tan ineficaz en la estrategia como incomprensible en el mensaje (por eso cuando hablan de seguridad casi nadie los cree.) Desde el viernes, calificativos aparte, han demostrado una insensatez de consecuencias muy graves. Sencillamente: No tenían ningún derecho a hacer lo que hicieron a la sociedad española.

Con una estrategia distinta se habrían ganado a la opinión pública y habrían derrotado a esos políticos a los que nadie pone firmes cuando faltan al trabajo. Ejemplos hay muchos: Hay colectivos que disfrutan de condiciones laborales distintas al común de los mortales: cuerpos de seguridad, bomberos, etc., y nadie los tacha de insolidarios y otras lindezas. Nadie se queja de lo que gana un futbolista; es más lo justifican por los ingresos que genera, ¿no generan los controladores ingentes ingresos? Banqueros, directivos, etc., a los que se retribuye por objetivos y beneficios empresariales; si aplicamos este criterio, ¿cuánto debería ganar un controlador? Sin embargo ante la opinión pública han quedado mal, muy mal.

Adicionalmente, esta crisis ha servido para constatar el bajo nivel del periodismo audiovisual en España. Las distintas cadenas de televisión llenaron las pantallas de debates y tertulias que vomitaban contra los controladores y el gobierno, según el signo ideológico de los debatientes, y entre los que no vimos a ningún controlador. Especialmente lamentable fue el linchamiento mediático a manos de usuarios afectados. Nunca he visto tal ensañamiento contra un colectivo profesional.

La prensa escrita tampoco obtiene mejor nota, especialmente en las editoriales en las que se pedía mano dura y dimisiones. Lo dicho: España, sociológicamente, está anclada en el siglo XIX.

¿Cuánto ganan estos periodistas? Seguro que muchos más que un controlador.

Y en la palestra políticos, representantes empresariales y sindicales, asociaciones de consumidores, etc. Espectáculo lamentable el de los políticos. La oposición de vacaciones en Lanzarote y los portavoces del gobierno acusando sin pruebas. ¿Qué hacía el representante de la CEOE exigiendo despidos a diestro y siniestro mientras mantienen a un delincuente como presidente? ¿Y los sindicatos de clase? ¿Acaso no recuerdan sus huelgas salvajes en los primeros años de la transición? El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Y alguno tuvo la osadía de pedir responsabilidad patrimonial a los controladores. Y si no les llega que les corten brazos y piernas. ¿Asumieron los transportistas que bloquearon las grandes ciudades alguna? ¿Asumen los políticos que gestionan el dinero público alguna?

AENA, ese nido de incompetentes e irresponsable. La ingente deuda que arrastra se debe en exclusiva a su errónea y política gestión empresarial. Sobre el Aeropuerto de Madrid-Barajas, cuya operación insegura muchos conocen y reconocen en privado, pero no se atreven a denunciar en público … Ya llevamos un accidente y 154 muertos, ¿cuántos accidentes son necesarios para que se haga algo al respecto? ¿7.000 Millones de Euros para ganar 15 operaciones a la hora? Los controladores lo tenían tan fácil que o no lo vieron o no se lo creyeron.

El resto de colectivos de la aviación comercial, perdedores en sus guerras contra AENA y la administración, se esconden y no hacen frente al enemigo común. Suponemos que responden con la misma moneda que a ellos les pagaron. La insolidaridad siempre tiene billete de vuelta.

Y a partir de ahora ¿qué? Con una opinión pública en contra, un gobierno y actores dispuestos a todo es la hora de la razón y la inteligencia para buscar el sustento, construir las formas y el mensaje y comunicarlo.

Entre posiciones encontradas hallamos un punto en común, si la seguridad es el argumento y el sustento, fácil lo tienen.

Y finalizo este artículo con la desazón y la esperanza de que nada volverá a ser como antes y, si las formas han fallado, más ha fallado el sustento de las mismas; porque con otras formas y otro sustento, la razón, con el reconocimiento de la ciudadanía, sí habría estado de parte de los controladores.

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