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Francisco A.González Redondo es de esas personas a las que la cultura científica española, junto a su padre el Ilustre D.Francisco González de Posada, le debe mucho, sin saberlo, y esto es lo triste, sin saberlo tan siquiera. Dentro de la cultura científica nos encontramos con la figura central de los avances con los que convivimos, Leonardo Torres Quevedo, y a los que ni en lo más recóndito de nuestro pensamiento seríamos, de no habernos encontrado con ellos, capacese de ponerles una adjetivación de españolidad. El complejo que tantas veces pesa como una losa en la conciencia nacional, y el complejo de poco técnicos, científicos, inventivos de los españoles, choca frontalmente con la figura del mítico iguñés, así como de tantas otras. Somos un país poco "comercial" en el sentido de lo mal que "vendemos" nuestros talentos en las distintas disciplinas científicas.
Francisco A.González Redondo, es joven, jovencísimo, y sobre todo, increiblemente dinámico, para el enorme vagaje reivindicativo entorno a la figura de Torres Quevedo y su reconocimiento nacional e internacional. Los éxitos de sus batallas, junto con el inagotable catedrático González de Posada, es el éxito del reconocimiento científico al que está llegando Torres Quevedo, y otras figuras como Blas Cabrera, etc… Este reconocimiento internacional llegó hace unos años del IEEE, mediante el equivalente al "Oscar" de los ingenieros a Don Leonardo, o tras las conferencias de González Redondo por ejemplo en Londres en la Royal Aeronautical Society, o nada menos que en Friedischafen, en el propio Museo Zepellin. Tras cada una de sus victorias la comunidad científica redescubre al "mas prodigioso inventor de su tiempo", según Maurice d´Ocagne. Así lo hicieron los miembros del CERU (Científicos Españoles en el Reino Unido), el pasado día 3 de febrero. Ningún medio de comunicación español recogió tan importante conferencia. Ni tan siquiera tuvimos la visión de ser capaces de dar ánimos a una nación en crisis, con el triunfo de la imaginación científica que representa la figura de D.Leonardo, demostrando que nuestros complejos patrios en este aspecto, deben ser desterrados ya de una vez para siempre.
González Redondo no restringe lo trascendente de la figura a la informática, automática-Telekino-, aeronáutica en los dirigibles, e infinidad de derivadas y aplicaciones de las que hoy en día disfrutamos.
Tan "desmesurada" es la obra de Torres Quevedo, como la labor que personas como las que participan de la Asociación de Amigos de la Cultura Científica para la divulgación de su obra. Son los propios científicos, universidades y profesionales los que deberían reconocer y dar a conocer esta figura, como tantas otras, pero muy especialmente por su dimensión ésta, como precursor de numerosas disciplinas, y con la base de ese reconocimiento, ser capaces de desechar ese complejo tan español que aún nos hace discutir sobre el "!que inventen ellos!, tan de Unamuno, tan de nuestro propio caracter.
