Dicen quienes conocen a José Blanco que nunca tuvo talento ni idea original alguna, pero a cambio es un trabajador empeñado e incansable y carece por completo de escrúpulos. Seguramente una combinación ideal para desempeñar puestos de responsabilidad en un equipo presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, pero no la más adecuada para resolver problemas desde el consenso. Lo demostró siendo responsable de propaganda del PSOE. Incapaz de articular propuestas en positivo, su trabajo consistió entonces en desprestigiar al rival, el Partido Popular, y en hacer recaer sobre éste la responsabilidad de todos los males de España. Su estrategia comunicativa era de chiste, pero al parecer efectiva: preguntasen los periodistas lo que preguntasen, no había un solo párrafo de sus intervenciones que no acabase con una coletilla parecida a "fíjense en qué buenos y democráticos somos en el PSOE, no como esos tontos malvados del PP, que son ricos, perversos, anticuados y disfrutan poniéndole la zancadilla a las ancianitas".
La afición de Blanco por la manipulación no hacía presagiar nada bueno el día de su nombramiento como ministro de Fomento, pese a que su predecesora se lo había puesto francamente fácil. En el actual momento de crisis y recortes presupuestarios, Pepiño se encuentra con la patata caliente de Aena y su absurda gestión entre las manos y, fiel a sus métodos goebbelsianos, para suplir la carencia de ideas no encuentra expediente más directo que señalar un nuevo culpable: el colectivo de los controladores aéreos. Como el PP en su anterior desempeño, los controladores son (injustamente) ricos, improductivos y -no lo duden- también disfrutan torturando mascotas, por obra y arte de la maquinaria propagandística del zapaterismo.
Causa sonrojo comprobar cómo medios como ABC (quién te ha visto y quién te ve) o Telecinco se pliegan a las necesidades propagandísticas del ministro y le hacen el juego publicando los salarios de los controladores conforme a tablas manipuladas, presuntamente filtradas desde Fomento con el fin de desprestigiar al colectivo. Estos medios han insistido en presentar como normal lo excepcional: casos especialmente notorios de controladores que trabajan en dependencias muy sobrecargadas, que acumulan muchos turnos extra, que ostentan cargos directivos en Aena, que cobran dietas por conceptos varios… Sé de primera mano que la gran mayoría de los controladores aéreos no cobran, ni de lejos, las cantidades astronómicas que se están publicando (indignante la consigna de anteayer, por su falsedad y su intrínseco deseo de hacer daño: "No hay derecho a que algunos controladores cobren 900.000 euros al año"). Pero es que, además, el ministro de Fomento no es quién para cuestionar los sueldos de un personal muy altamente cualificado (no vamos a entrar en comparaciones entre controladores y ministros), que pasa por un proceso de selección durísimo y un primer destino que en muchos casos supone la separación familiar durante años, que soporta a lo largo de su vida profesional una tensión objetiva que convierte el infarto cerebral en enfermedad laboral característica del gremio y que eleva la tasa de divorcios en el mismo a niveles estratosféricos… Y no cuestionar, por ejemplo, los sueldos elevadísimos e igualmente detraídos del bolsillo del contribuyente, la productividad irrisoria y el nulo estrés que caracterizan la actividad de consejeros políticos de cajas de ahorros y empresas estatales, asesores de La Moncloa, estrellas de sobremesa de la telebasura pública, diputados de parlamentos autonómicos paralizados por la corrupción como el de Baleares, directivos de televisiones autonómicas, etc., a quienes Pepe Blanco tendrá mucho más a mano para aconsejarles austeridad.
También se ha difundido que los controladores están en huelga de celo. Quien conoce el mundo aeronáutico sabe que si los controladores se hubiesen empeñado solamente en observar de manera estricta sus obligaciones laborales, el caos en determinados aeropuertos en estas Navidades hubiese sido mayúsculo. Se han presentado ciertas bajas por enfermedad de controladores como artificiales, supuestamente solicitadas con el fin de crear problemas durante las fiestas, obviando el hecho de que las bajas respondían a lesiones e intervenciones quirúrgicas reales y se habían notificado con meses de antelación, y que el sindicato de controladores, USCA, había advertido a Aena de que su mala planificación del personal iba a generar demoras, sin que la empresa haya reaccionado hasta la víspera del problema. Soy testigo de que, con cierta frecuencia en los últimos tiempos, algunos pilotos han justificado ante sus pasajeros las demoras "debidas a la huelga de controladores"; debe ser casual que las compañías aéreas, amenazadas sutilmente por Fomento con una subida de las tasas si no se reducen los gastos por otro lado, compartan el interés de Blanco por señalar culpables fuera de su casa. El motivo real de que en las fiestas no se hayan cubierto ciertas posiciones es la pésima gestión de los turnos por parte de Aena y su nula consideración de las advertencias de USCA; los controladores, que siempre están dispuestos a cubrir el servicio con turnos extras si son necesarios, en Navidades tienen sus planes familiares ya cerrados y -como haría cualquiera- no aceptan extras sobrevenidas en 24 horas que podrían haber sido planificadas adecuadamente y con la antelación suficiente por una empresa bien gestionada y que no tuviese intención de presionar en la negociación colectiva. Aena, además, ha decidido recortar drásticamente y sin un estudio serio la planificación de turnos extras a partir del 1 de abril; desde aquí les pronostico para entonces, como por otra parte USCA ya ha advertido a la empresa sin resultado alguno, un grado aún por determinar de caos aeroportuario y un recrudecimiento de la campaña de Fomento contra los controladores aéreos, que nuevamente serán presentados como huelguistas y culpables.
Porque igualmente se acusa a los controladores españoles de improductivos y caros en comparación con sus colegas europeos. Lo que pocos saben es que la comparación se hace teniendo en cuenta criterios diferentes en uno y otro caso, despejando la productividad desde factores que nada tienen que ver en un caso y otro, y que si los criterios empleados fuesen los mismos para todos la productividad de los controladores españoles se demostraría de las más altas de Europa: se están pesando fresas y melones por unidades, para afirmar que las fresas pesan demasiado poco. Por último, se acusa a los controladores de bloquear la formación de nuevos profesionales con el fin de seguir acumulando y cobrando extras, lo cual es rotundamente falso: hace año y medio que USCA solicita de la empresa nuevas promociones de controladores y Aena se niega, seguramente porque su prioridad es ahorrar en formación y prefiere negociar desde la posición de fuerza que está obteniendo mediante el juego sucio. No es el momento de comentar los casos de persecución que presuntamente se están dando en algunas dependencias de control con el fin de ablandar a los profesionales, y que algunos califican ya de mobbing.
Frente a esta campaña de proporciones desmedidas, el sindicato USCA no ha reaccionado con la contundencia comunicativa necesaria para contrarrestar la omnipresencia del ministro y sus voceros en la prensa, tal vez en el ejercicio de la responsabilidad que se le ha de suponer cuando lleva cinco años intentando negociar un nuevo convenio laboral sin éxito, pero también sin haber recurrido nunca a la huelga; un convenio en el que USCA pretende reflejar mejoras en la seguridad del servicio y no en los sueldos. Sin embargo, algunos medios como Canarias 7, Onda Cero o El Confidencial sí han enumerado y comentado algunas de las deficiencias que plagan el servicio de control aéreo español: irresponsables recortes en los gastos de seguridad y mantenimiento d