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abril, jueves 25, 2024

El fundador de Virgin abre la puerta a los vuelos turísticos suborbitales en 2022

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Atalayar / Juan Pons. Se ha adelantado al creador del imperio Amazon, Jeff Bezos, que intentará superar al británico el 20 de julio. La selección de Inglaterra perdió la Eurocopa ante el equipo de Italia en la tarde del domingo, 11 de julio. Pero ese mismo día por la mañana, desde el puerto espacial comercial América emplazado en el estado norteamericano de Nuevo México, el ricachón y excéntrico emprendedor británico Richard Branson, el fundador del grupo de empresas Virgin, consiguió hacer realidad su anhelado sueño.

A sus casi 71 años, el londinense ha ganado la carrera por ser el primero en protagonizar un vuelo que, tras resultar un éxito, el próximo año 2022 debería dar paso a los vuelos suborbitales comerciales por un precio en el entorno de los 250.000 euros. Branson lo ha conseguido tras crear la empresa Virgin Galactic y con un avión diseñado expresamente para volar hasta las inmediaciones de la frontera del espacio. 

El histórico vuelo inaugural de Richard Branson y sus tres acompañantes comenzó cuando el avión suborbital SpaceShipTwo, bautizado VSS Unity, despegó el domingo, 11 de julio, a las 16:40 horario peninsular española ‒las 09:40 horas locales‒ fijado bajo la panza del avión nodriza WhiteKnightTwo. 

Cuando el WhiteKnightTwo hubo alcanzado los 14 kilómetros de altura, el VSS Unity se desprendió de su aeronave portadora y cayó unas decenas de metros. Muy poco después, sus dos veteranos pilotos encendieron el único motor cohete híbrido del singular aparato, que comenzó un ascenso casi en vertical hasta alcanzar una velocidad cercana a Mach 3, tres veces la velocidad del sonido.

Convertir a todos en astronautas

Una vez consumido el combustible y apagado el motor cohete, el singular avión siguió su ascenso hasta los 86,1 kilómetros, dio un giro sobre sí misma y describió una trayectoria parabólica. Fue entonces cuando los privilegiados viajeros pudieron desprenderse de sus cinturones de seguridad, flotar en condiciones de microgravedad y sentir en sus cuerpos durante unos tres minutos la sensación de ingravidez. Al mismo tiempo, pudieron admirar la curvatura de la Tierra desde las 12 ventanas circulares de la cabina de pasaje.

La nave inició el vuelo de regreso sin propulsión, gracias al sistema de control que regula configuración de las alas y a la pericia de sus dos veteranos pilotos, Dave Mackay y Mike Masucci. Estos inclinaron unos 60º las peculiares superficies móviles del avión para estabilizar la aeronave en las capas altas de la atmósfera y lograr la necesaria inclinación durante las etapas críticas del ascenso y el vuelo de retorno a Tierra.

A menos de 20 kilómetros de la pista de aterrizaje, los pilotos reposicionaron las alas en su configuración inicial, para iniciar la aproximación y poder posarse sobre la larga pista del puerto espacial América. Una vez conseguido y con los pies en el suelo, Branson ha vuelto a confirmar que quiere llevar a los confines de la Tierra “a cualquier persona”.

Su intención es que todos los seres humanos tengan las mismas posibilidades de acceder al espacio ultraterrestre. Su compañía Virgin Galactic quiere “convertir a los soñadores en los astronautas de hoy y del mañana, con independencia de su edad, orígenes, sexo o etnia”, ha afirmado. Pero cada pasaje supone un desembolso de alrededor de 250.000 euros.

Jeff Bezos confía en superar el centenar de kilómetros

Richard Branson ha dado el pistoletazo de salida a los viajes hasta las alturas del planeta, desde donde es posible contemplar la forma esférica de la Tierra y sentir la ingravidez durante unos pocos minutos. El británico se ha adelantado por escasos 9 días al de Jeff Bezos, con quien compite por liderar un nuevo segmento de viajes que se abre a los turistas del mundo entero. Pero su triunfo personal y el de su empresa Virgin Galactic es limitado. 

El magnate norteamericano va a protagonizar el siguiente capítulo de la competición el próximo 20 de julio, fecha en la despegará con otros tres pasajeros a bordo de un lanzador, en cuya parte superior viaja la capsula New Shepard, que está preparada para rebasar el centenar de kilómetros de altura.

A Jeff Bezos le consuela que Richard Branson tan solo ha alcanzado una altura de 86,1 kilómetros, casi el máximo de la potencia que puede suministrar el motor de su avión suborbital. Eso significa que, para la inmensa mayoría de las instituciones aeronáuticas y espaciales de todo el mundo, no ha rebasado la frontera entre la atmosfera y el espacio ultraterrestre, que está delimitada por la llamada línea Karman, una barrera teórica situada a 100 kilómetros de altura.

No haber superado esa demarcación supone que Branson y sus acompañantes no son verdaderos astronautas, por ejemplo, para la Federación Astronáutica Internacional, la principal organización mundial en la materia. Sin embargo, en Estados Unidos, la Fuerza Aérea, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) y la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) si reconocen como astronautas a quienes alcanzan los 80 kilómetros.

El motivo no es otro que esa es la distancia sobre la Tierra hasta la que logró volar Alan Shepard el 5 de mayo de 1961 a bordo de la capsula Freedom 7, como réplica al éxito del soviético Yuri Gagarin, que 12 semanas antes se había convertido en el primer cosmonauta en dar una órbita alrededor de la Tierra. El de Alan Shepard fue un vuelo suborbital de tan solo 15 minutos, es decir, subir y bajar, con el que los norteamericanos quedaron satisfechos de haber igualado a la Unión Soviética, lo que no era cierto.

SourceAtalayar
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