Alba Sanz/Aviación Digital, Sp.- El sueño de poder volar ha acompañado a la humanidad desde los primeros inicios de la civilización. En la antigua Grecia, 1.200 años A.C, el mito de Ícaro escenificaba como Dédalo construía para su hijo unas alas que le ayudasen a escapar del laberinto, con tan mala fortuna que terminó por precipitarse por aproximarse al sol, desoyendo los consejos de su padre.
Siglos después, el inventor, pintor y hombre del Renacimiento, Leonardo Da Vinci, dibujaba lo que serían los primeros planos de las aeronaves tras estudiar detenidamente el vuelo de las aves y los insectos.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XX, el siglo de las guerras mundiales, las democracias y la conquista de derechos sociales, cuando esas aeronaves diseñadas por Da Vinci se escenificaban, haciéndose realidad en aeronaves básicas que pasaron a convertirse en apenas 30 años en máquinas de guerra, coincidiendo en el año 1914 con el primer vuelo comercial.
En estos hitos, a menudo viene a nuestro imaginario al hombre como propulsor, inventor y trabajador de este sector, olvidando a todas aquellas mujeres que contribuyeron al desarrollo de la aviación. Como fruto de una sociedad construida para el dominio masculino, es probable que la sociedad jamás haya escuchado el nombre de Katherine Wright, Bessie Coleman, Marina Raskova, Amelia Earhart, Helen Richey o María Bernaldo de Quirós Bustillo.
Y es que tal y como afirma la autora del libro «La Revolución de las Invisibles», Sandra Ferrer, «siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores y no ha habido mayor vencedor que el hombre, mientras que la mujer se ha visto relegada a un eterno papel secundario».
Coincidiendo con el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, este artículo pretende rescatar estos nombres del olvido, dando a conocer su historia, así como su contribución para el desarrollo de la aviación que conocemos hoy en día.
Pioneras en la aviación
Si el 17 de diciembre de 1903 fue fechado como el primer vuelo tripulado por parte de los hermanos Wright, tenemos que hablar del papel que jugó en este vuelo su hermana, Katherine Wright. Su propio hermano Wilbur señaló que «si el mundo alguna vez piensa en nosotros en relación con la aviación, debe hacerlo recordando a nuestra hermana. Ella ha sido la fuente de inspiración de todo nuestro trabajo», haciendo alusión a su apoyo tanto financiero como moral.
Y es que, gracias al dinero que ganaba como profesora de lenguas clásicas, Katherine consiguió financiar y hacerse cargo de la la administración y finanzas de la empresa, trabajando incluso físicamente en la construcción de la aeronave. Sin embargo el nombre de Katherine no tardó en desaparecer de los libros de historia, quedando sepultado por la concepción de los hermanos y su hito como pioneros en el primer vuelo no tripulado. Quien sabe si, de no haberse dado este apoyo económico, hubiésemos tenido que esperar más años para poder ver un primer vuelo.
Diez años después, Katherine Stinson fue la primera mujer en transportar correo en avión y la primera en tener una escuela de aviación. En el año 1913 ella, junto con su madre, fundaron la compañía Stinson Aviation Company para la venta y el alquiler de aviones. En 1917, Stinson se convirtió en la pirimera mujer que voló por toda Asia.
Otro de estos hitos lo consiguió Bessie Coleman, quien fue la primera persona afroamericana en obtener la licencia de piloto. Su historia no es fácil ya que tuvo que viajar hasta Francia para poder obtenerla debido a que en Estados Unidos no se admitían personas negras en las escuelas de aviación. Coleman consiguió obtener la licencia de vuelo en el año 1921.
Primeras mujeres en la aviación comercial
El 31 de diciembre de 1934, Helen Richey, ganó una convocatoria contra ocho hombres para ser copiloto en Central Airlines. Tras este acontecimiento, Richey se convirtió en la primera mujer estadounidense en pilotar un avión de línea regular.
A pesar de esto, los pilotos rechazaron aceptarla en la compañía y presionaron a Central Airlines para que la impidieran volar. Ante esta situación, Richey decidió dimitir para unirse a Louise Thaden en el Departamento de Señalización Aérea de la Oficina de Comercio.
Otro ejemplo es el de Emily Howell Warner, quien fue la primera mujer fija en la plantilla de pilotos de una compañía de transporte en el año 1973, hace tan solo 50 años.
Por su parte, la italiana Fiorenza de Bernardi se convirtió en la primera piloto en Italia en 1967 cuando fue contratada por Aeralpi. En 1969 se convirtió en la primera comandante de una línea aérea en Italia y fundó la Asociación Italiana de Mujeres Piloto.
Mujeres en la aviación militar
Si de por sí el mundo se ha configurado para responder a las necesidades y a las demandas masculinas, el contexto de la guerra se configuró en sí mismo como un espacio en el que las mujeres no podían participar.
Sin embargo, esta situación cambió radicalmente tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Concretamente, fue en la Unión Soviética donde las mujeres, necesitadas para hacer frente a Alemania e impulsadas por las políticas de igualdad entre hombres y mujeres promovidas por la URSS, tomaron un papel fundamental en el conflicto tanto como combatientes como en la industria.
Después de que Stalin decretase una orden que permitía por primera vez a las mujeres alistarse a la guerra con el fin de reclutar a todo el personal posible, más de un millón de mujeres se alistaron en el Ejército Rojo.
En el caso de la aviación, destacan el caso de Marina Raskova, quien fue la primera mujer conocida en la Unión Soviética por haber recorrido la distancia entre Moscú y el Lejano Oriente sin escalas. Raskova fue la propulsora de que el Ejército Rojo crease los tres regimientos femeninos de combate aéreo: la división 586, la división 587 y las aviadoras del Regimiento 588 de Bombardeo Nocturno, conocidas como «las brujas de la noche».
A pesar de que estos regimientos libraron múltiples operaciones contra los nazis, llegando a ser uno de los más temidos por la Luftwaffe por su forma de operar, las aviadoras soviéticas fueron excluidas de la celebración del «Día de la Victoria» tras el fin de la contienda en Moscú. Algunas de ellas nunca fueron homenajeadas.
Aviadoras españolas
En España, María Bernaldo de Quirós fue la primera mujer española en obtener la licencia de piloto el 24 de noviembre del año 1928. De Quirós fue la primera mujer en inscribirse en el Real Aero Club de España, siendo la única mujer entre los dieciocho alumnos.
Cuando finalmente obtuvo la licencia de vuelo, más de 200 mujeres entre 1928 y 1930 recibieron su bautismo aéreo a bordo del De Havilland, un avión que la misma Bernaldo compró. El 27 de junio de 1928 la reina Victoria Eugenia la recibió para imponerle el brazal y el título de dama-enfermera de la Cruz Roja.
Conocida por su destreza a la hora de realizar impresionantes piruetas y participar en bautismos aéreos, además de actividades del tipo de la caza de la avutarda, la aviadora dio múltiples entrevistas en diferentes periódicos, reclamando al Gobierno que apoyase el acceso de las mujeres a la aviación, ensalzando la capacidad de estas “para hacer algo más que simplemente bordar”.
Por otra parte, María Josep Colomer Luque (Mari Pepa Colomer) consiguió su título de piloto con 18 años y en 1935 se convirtió en la primera instructora de vuelo en la aviación española. Ella participó en varios concursos de vuelo amateur y en octubre de 1932 voló un Zeppelin en el aeródromo de la Aeronaval.
Con la llegada de la Segunda República, entre los años 1931 y 1936 un total de siete mujeres, Maria Josep Colomer, África Llamas, Carmen Ruiz, Gloria de la Cuesta Menéndez de la Granda, Ana Osona, Isabel Arranz Monasterio y Dolores Vives, obtuvieron en España la licencia, un número significativamente más elevado que hasta la fecha.
Con la llegada de la Dictadura tras el fin de la guerra civil, la mujer vio significativamente recortados sus derechos y durante casi 30 años no hubo más mujeres que destacasen en la aviación española. No fue hasta finales de los años 60 cuando España contaría con su primera mujer, Bettina Inés Kadner Schilling, al mando de un avión comercial. En el año 1988 se convertió en la primera mujer comandante.
Situación actual: Avance en derechos pero lejos de conseguir la igualdad
A pesar de que las mujeres han conseguido, de forma paulatina, tomar puestos importantes en el sector lo cierto es que la diferencia entre los hombres sigue siendo muy significativa. Y es que, actualmente menos del 5% de los pilotos que actualmente hay en España son mujeres. En el caso de pilotos especializadas en trabajos aéreos o en equipos de rescate, esta cifra todavía disminuye más.
En el ámbito militar, Rosa García Malea fue la primera mujer piloto de caza y ataque del Ejército del Aire consiguiendo ese título en 2007. Asimismo, es la primera mujer en formar parte de la Patrulla Águila desde 2017 donde, además de ser piloto acrobática, también es instructora de vuelo. En la actualidad hay un 14.2% de mujeres en el Ejército del Aire, siendo este el Ejército de las Fuerzas Armadas con más mujeres por detrás de los Cuerpos Comunes, con el 35%.
Organizaciones como «Ellas Vuelan Alto», tratan de dar visibilidad a esta lacra con el fin de poner en el foco a las mujeres que actualmente trabajan en el sector ya que, de acuerdo con su presidenta, Gema Martín del Burgo, hay una falta de referentes femeninos que dificultan la inspiración para las futuras generaciones.
En este sentido, en una entrevista para Aviación Digital, del Burgo declaró que un estudio publicado en Estados Unidos «pone de manifiesto que, al ritmo que vamos, todavía vamos a tardar 132 años en conseguir la igualdad real”.
Sea como fuere la realidad es que quedan muchos espacios por conquistar y por normalizar. Todavía quedan arraigadas ideas que siguen siendo difíciles de eliminar, a pesar de que España y su ideario ha cambiado sustancialmente en menos de 100 años. El objetivo es que los logros de las mujeres no sean noticia pero eso significaría que hemos conseguido la igualdad real, algo que todavía no se ha conseguido y que al menos, solo en España, tendrían que pasar otros 100 años o más para hacerse realidad.