Aviación Digital, inaugura su nueva sección «Polizón a bordo«(PAB). En ella iremos reflejando y diseccionando distintos trayectos en distintas compañías aéreas de todo el mundo, poniéndonos en la piel del pasajero corriente y el servicio que éste recibe a cambio de un pasaje. Valoraremos distintos aspectos de la operación en una escala del uno al diez, y puntuaremos finalmente todo el trayecto. Para empezar a abrir boca, aquí va el relato de un vuelo Madrid-Philadelphia con US Airways en un A330-300. ¿Qué le habrá parecido a nuestro polizón?.
Fecha: 8 de agosto de 2011
Origen: Madrid-Barajas
Destino: Philadelphia Int.
Compañía: US Airways
Aeronave: Airbus A330-300
El reloj rondaba las nueve y media cuando llegué al aeropuerto de la capital de España, que en pleno inicio de la segunda semana de agosto se encontraba abarrotado. Comprobé el estado de mi vuelo el cual no registraba incidencia alguna: ON TIME. A falta de tres horas para su salida decidí buscar un lugar donde ser atracado a cambio de un desayuno. Una hora después, pasado el susto y varios cigarros, me dirigí al mostrador de facturación cargado con mi maleta tamaño Ryanair y la funda de mi cámara de fotos. Una larga e interminable cola que a razón de un metro por minuto parecía avanzar arrastrándose por un lodazal. Pasados veinte minutos una mujer joven con atuendo de azafata de congresos (que no de tierra) se acercó hasta donde me encontraba y se dirigió a mí.
– Buenas tardes caballero, ¿viaja usted a Philadelphia?
– Sí – respondí.
– ¿Es Philadelphia su destino final en este viaje?
– No, mi destino final es Washington D.C. – expliqué.
– ¿A qué va usted a Washington? – preguntó.
– !A ver a Obama! – bromeé – No, en serio, voy de vacaciones. Turismo, a ver a unos amigos.
– ¿Y de qué conoce a sus amigos?
– Han vivido durante años en España.
– ¿Y Cuánto le ha costado su billete?
– Alrededor de mil euros. Disculpe, espero no ofenderle pero, ¿quién es usted? ¿Por qué me hace estas preguntas de índole personal?
– Soy miembro de la seguridad de US Airways señor. ¿Puedo ver su documento de identidad?
Le entregué mi pasaporte y acto seguido se giró y comenzó a caminar con él en dirección al mostrador de facturación:
– !Oiga, oiga! !Perdone! – grité – ¿Dónde va?
– A comprobar su documento en el sistema, vuelvo enseguida.
– No, no, espere un momento. Si usted quiere comprobar mi pasaporte hágalo delante de mí. Yo lo siento mucho señorita, pero no es usted Guardia Civil ni Policía Nacional.
– De acuerdo no se preocupe, espere aquí un momento por favor.
Cuando la vi acercarse de nuevo supe que no era la primera persona en poner trabas a semejante disparate. Empujaba un pequeño carro con un ordenador en el que finalmente y ante mi atenta mirada comprobó los datos de mi pasaporte deslizándolo por un lector.
Y es que cuando llegue allí ellos dictarán las normas, pero mientras mis pies descansen sobre suelo español las reglas a seguir son las nuestras, ¿o no?
Facturé sin problemas. Mi siguiente vuelo también sería con US Airways por lo que me entregaron ambas tarjetas de embarque: Madrid-Philadelphia y Philadelphia-Washington D.C.
La seguridad del aeropuerto
Me dirigí al control de ingreso a la zona de embarque dispuesto a poner a prueba las medidas de seguridad de Barajas. Decidí intentar acceder utilizando la tarjeta de embarque que me había sido entregada para el vuelo de Philadelphia a Washington.
El primer escollo que encontré en mi camino fue el miembro del personal de Aena que al inicio de la sinuosa cola que lleva hasta los arcos detectores de metales comprueba, o al menos eso pensaba yo, que tu tarjeta de embarque coincide con un vuelo de origen Madrid. Pero no en esta ocasión. Utilizando mi tarjeta voluntariamente equivocada accedí hasta el arco de seguridad el cual traspasé portando dos mecheros, un paquete de tabaco y con mi cinturón de hebilla metálica camuflado bajo la camiseta. Tocaba el control de la Policía Nacional.
Fuente: El País
Al tratarse de un vuelo con destino a Estados Unidos era preciso mostrar tu tarjeta de embarque y pasaporte a un agente de la Policía Nacional sentado en el interior de una pequeña garita. Introduje la tarjeta del vuelo Philadelphia-Washington en el pasaporte y se lo entregué. Por un instante tuve la sensación de que iba a percatarse de la anomalía. Pero no. Una vez más crucé el control sin problema alguno. ¿Ver para creer? Y para aquellos que digan: «Bueno, después al entrar al avión ya te pillarán». No quise hacer la prueba en ese momento concreto pues prefería evitar complicaciones si por casualidad volvía a tener éxito y mi billete para el próximo vuelo era destruido. Pero aún tengo fresco el recuerdo de dos pasajeros italianos saltando de sus asientos momentos antes del cierre de las puertas en un Airbus A320 de Iberia. Con sus tarjetas de embarque destino Milan habían accedido al interior de un vuelo con destino Asturias. Si juntamos todos estos factores podemos determinar que en Barajas sí es posible coger un vuelo a, por ejemplo, Londres, provistos de una tarjeta de embarque de un vuelo a Valencia. Interesante.
Puntualidad, rodaje y despegue
A la hora programada el gran Airbus A330-300 comenzaba el retroceso para un largo rodaje hasta la pista 36L. Eran las 12:35 de un 8 de agosto y el aeropuerto acusaba la sobrecarga de las vacaciones estivales, por lo que pese a la puntualidad en la salida, el rodaje y la espera en la cola de despegue nos retrasó más de lo previsto. A las 13:15 el vuelo US471 entró en pista listo para salir. Ante mi asombro, iniciada la carrera de despegue, aquella mole de más de 63 metros de largo y 200 toneladas de peso parecía ir a despedazarse de un momento a otro. Temblaba como si a pesar de los 35ºC que se respiraban en el exterior, estuviera muerta de frío. Finalmente rotó y tras varios movimientos laterales relativamente bruscos inició su ascenso en el más absoluto sigilo.
Hora de comer, ir al baño y … molestar.
Una hora y media tras el despegue las azafatas de US Airways, como dato entradas en años, comenzaron a servir el almuerzo. Pollo o pasta eran las dos alternativas que ofrecían. Opté por un buen plato de pasta al estilo aviador. Realizada una primera cata y comprobado que aquella masa amorfa con aspecto de lasaña era incomible, llamé a una de las auxiliares de vuelo:
– Disculpe, no me gusta la pasta, ¿podría traerme pollo?
– ¿Perdone?
– La pasta no me gusta. ¿Podría traerme el pollo por favor?
– Lo siento, es que ya la ha abierto – me espetó ante mi incredulidad.
– Pero … es que no me gusta y quedan siete horas de vuelo por delante, ¿me va a dejar sin comer?
– Espere un momento. – farfulló mientras se alejaba.
Al rato apareció con la ración de pollo y sin mediar palabra la dejó en mi bandeja retirando la pasta. «Ni que la pagara ella» pensé yo. Hasta en el bar más cutre de Madrid (comprobado, no sé si el que más pero cutre era un rato) te cambian el plato de un menú si por el motivo que sea no es de tu agrado. No entendí muy bien la reacción. Eso sí, el pollo en salsa desconocida, dentro de las posibilidades de un menú aéreo, era un auténtico manjar en comparación con la pasta. Ya sabéis: !Pedid pollo!
Aburrido, comencé a tomar fotografías dentro del avión. Noté muy pronto las miradas intermitentes de varias azafatas. Pronto, la misma que había protagonizado el episodio pollo/pasta se dirigió a mí con vehemencia:
– Oiga, no está permitido sacar fotos en el avión.
– ¿Cómo? ¿Desde cuando? – pregunté extrañado.
– Son las normas, puede sacar alguna foto si quiere, pero no tantas.
Ante tamaño acto de impertinencia gratuita guardé mi cámara y rehusé sacar más fotografías.
Comprobé el estado de los servicios. Disponían de papel higiénico, jabón y servilletas seca-manos. La limpieza era correcta.
Comodidad y entretenimiento
El avión contaba con pantallas individuales en el respaldo de los asientos. Habrían transcurrido ya casi dos horas desde el despegue cuando éstas comenzaron a encenderse. Una tras otra, todas, menos la mía. «!No me lo creo!» Avisé nuevamente a una azafata y le comenté la situación. «I will fix it» y se largó. Casi un cuarto de hora más tarde mi pantalla se encendió y por fin pude acceder a su contenido: una amplia variedad de películas, documentales y series de televisión. Todo ello con la posibilidad de escucharlo en castellano.
Los asientos no eran nuevos como tampoco lo eran las pantallas. Sin embargo pese a gozar de una superficie cómoda y mullida, el espacio entre ellos apenas permitía estirar levemente las piernas.
Aproximación, aterrizaje y petición inoportuna
- Fuente: Airplanes Pictures
Siete horas y media después del despegue el vuelo 741 de US Airways se encontraba, según nos hizo saber el Comandante a través de la megafonía, a sólo setenta millas del aeropuerto de Philadelphia. Las señales luminosas de cinturones se encendieron y al instante sentí la imperiosa necesidad de utilizar los servicios.
– Perdone, ¿podría levantarme para ir al servicio?
– No caballero – esta era nueva – la señal de cinturones ya está encendida – pretendió seguir su camino.
– Espere, espere, de verdad, tengo que ir al servicio urgentemente – supliqué bajo la atenta mirada de los pasajeros que me rodeaban.
– Vaya pero dese prisa, estamos a punto de aterrizar.
Una vez más la negación era la primera opción. ¿Qué les pasa a estos de US Airways?
Satisfechas mis necesidades fisiológicas el avión tomó tierra tras ocho horas de vuelo. Un aterrizaje suave y silencioso que nada tuvo que ver con el escándalo producido durante el despegue. Estábamos en Philadelphia.
VALORACIÓN DEL VUELO:
1. Puntualidad …………. 8/10
2. Catering ………………. 6/10
3. Comodidad ………….. 6/10
4. Entretenimiento ….. 9/10
5. Tripulación ………….. 1/10
6. Limpieza ……………… 10/10
7. Aspecto interior …… 7/10
8. Precio ………. (8/10) (385 EUR, sólo ida)
Valoración global: 6,8 (Bien)